—¿Estás saliendo con Pedro? —chilló Mariana. Paula odiaba mentirle, pero sabía que si le decía la verdad, Mariana se lo diría a Pablo.
—Si, algo así. —Un zumbido se extendió entre los dos escritorios.
Mariana se veía como un colibrí agitado.
—No puedo creerlo.
—Tampoco yo. —murmuró Paula secamente. Después de su primera cena la noche pasada, se había ido a su casa en un humor peor que cuando salió. Y aún estaba hambrienta.
—Es decir, no es que no me pueda imaginar a Pedro y a ti juntos.Puedo hacerlo. Pero no puedo imaginármelo sentando cabeza. –Se detuvo en el pasillo entre los escritorios y frunció el ceño—. Pero de nuevo, no podría imaginarme a Pablo sentando cabeza, tampoco, pero lo hizo.
—Esto no es como lo de Pablo y tú. —Paula comenzó a codificar sus marcadores según el color—. De todos modos, ¿tenemos ya los últimos números en el catering? —Mariana no continuó con la conversación más importante. Habían estado trabajando en la Gala desde el pasado febrero.
La maldita cosa había consumido sus vidas y ahora Pedro estaba consumiendo la suya.
—¿Qué quieres decir con que no es como lo de Pablo y yo? —Moviendo los marcadores rosas al lado de los verdes, suspiró.
—Sólo que no es serio. No como ustedes dos.
Mariana se detuvo en frente del escritorio de Paula y apoyó las manos en sus caderas.
—De acuerdo, ¿cuándo fue la última vez que tuviste un novio o saliste con alguien?
—Uh…
—Exacto —dijo Mariana y luego volvió a su ritmo—. Tú saliendo con Pedro es serio. No puede ser nada menos que serio. ¿Viste el Washington Post en línea esta mañana? Había fotos de ustedes dos besándose. —Levantó una lapicera de su escritorio y se la arrojó a Paula—. ¡Besándose!
Estoy muy segura que está en CeleBuzz también. ¡No puedo creer que no me lo contaras!
Paula levantó la lapicera y se encogió.
—No pensé que algo saldría de todo eso. —Mariana se quedó mirándola, su nariz arrugada en concentración.
—Dios, ¿estás lista para todo esto, Paula? Esto será una locura.Las personas comenzarán a seguirte a todos lados. ¡Oh! ¡Yo podría fingir ser tu asistente!
Paula rodó los ojos.
—Y podemos salir en una cita doble.
Oh, querido…
—Y Pedro siempre va a la Cena de Navidad Extravaganza de la Familia Gonzales, a la cual nunca has asistido a pesar de que te he invitado todos los años. —Mariana sostuvo sus manos juntas—. Ahora no puedes escaparte de eso.
Ella no era tan fan de las celebraciones, y honestamente, dolía ver a Mariana haciendo planes alegres. Iba a estar tan decepcionada cuando, a principio del año, Pedro y Paula fueran por caminos separados.
Mariana finalmente se calmó, y Paula optó por ir a almorzar.
Estaba mitad asustada de ir a visitar cualquiera de los locales de ahí.
Justo antes de las tres de la tarde, la puerta de sus oficinas se abrió y un chico repartidor se paró ahí, torpemente cargando cuatro docenas de rosas rojas.
Cuatro docenas de rosas.
Guau. La noche anterior debió de haber sido increíble para que Pablo le enviara a Mariana un arreglo como ese.
Paula volvió a mirar la pantalla de su computadora.
Necesitaba contactarse con la compañía de catering si ellos no tenían un número definido para…
—¿Hay alguna Paula Chaves aquí?
Levantando su barbilla, su mirada cayó sobre el chico de las flores.
Confundida, miró hacia una sonriente Mariana.
—Um, soy yo.
El hombre sonrió y se movió hacia el escritorio. Ella se apresuró a despejar una pequeña sección en la esquina.
—Alguien debe de amarte mucho —dijo el hombre, dejando el florero en el suelo—. Que tenga un buen día.
Paula observó al repartidor mientras se dirigía fuera de su oficina, y luego su mirada volvió a caer sobre las rosas.
Santa mierda.
La señorita Gore debió de haberlas ordenado, u obligó a Pedro a hacerlo. Esa podía ser la única razón del porqué eran para ella, pero eran… eran hermosas.
—¿Hay una tarjeta?
Ella miró hacia arriba, a penas capaz de ver a Mariana por detrás del bosque de tallos. Había una tarjeta, escondida cuidadosamente entre un tallo cubierto de rocío verde y el nastro. Muy cuidadosamente, sacó la tarjeta y abrió el pequeño sobre.
Escrito en una linda caligrafía había un corto mensaje que tal vez no explicaba porqué se habían enviado las flores pero definitivamente quién las había enviado.
Sigo siendo muy relevante.
Pedro.
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