miércoles, 24 de septiembre de 2014
CAPITULO 18
Fue un día infernal.
Silvina había estado estallando su teléfono con llamadas todo el día.
Mariana la había interrogado como si fuera una detective de homicidios con experiencia, señalándole repetidamente el artículo como si fuera evidencia y, bueno, era más o menos así. ¿Y ese artículo?
De acuerdo con el encabezado, era una rápida crítica sobre Pedro Alfonso y hacía una mención sobre ella como la curvilínea —¿curvilínea?— y misteriosa mujer que cerraba sus labios ―con el soltero más codiciado de las grandes ligas. Y luego estaba la imagen que capturó el momento con un sorprendente detalle. Cristo, ¿estaban usando una cámara de alta definición?
Pedro estaba presionado contra Paula, las manos de él ahuecando el rostro de ella mientras ella lo agarraba de su camisa como si estuviera lista para seguir adelante en ese mismo momento.
Oh misericordia, no había manera de que ella estuviera viviendo eso.
Todo el mundo había visto a Paula. O al menos eso parecía.
Ella sabía muy bien que la mitad de la planta había visto el artículo. El pobre Roberto había lucido descorazonado. En el baño, Betsy desde su adquisición del periódico quería darle los cinco y gritarlo a los cuatro vientos. Para empeorar las cosas, en el almuerzo con Mariana, una desconocida chica rubia se había acercado a ella en la calle y sintió la necesidad de informarle a Paula de que Pedro era la clase de chico que besa-y-corre.
Al parecer, ella era parte de la legión de Pedro. En el lado amargo.
Paula fue mortificada cuando la mitad de las clientas que
esperaban fuera del taco junto con las pesadas testigos que eran ex de Pedro empezaron a lanzar cualquier clase de diatriba verbal sobre que él era ―lo mejor que tendrás en la cama pero lo peor con lo que podrás salir con voz alta y chillante que tenía esa notable capacidad de escucharse bastante lejos.
Todo el tiempo, Mariana lucía indecisa entre sentir lastima por ella o reírse. —Lo siento —había dicho mientras se dirigían de regreso hacia la oficina—. Eso pasa cuando sales con una mini celebridad.
—No estamos saliendo o haciendo algo como eso —dijo Paula, y luego lo dijo de nuevo para causar un efecto adicional.
Por la tarde, alguien del Washington Post llamó para tener una entrevista con ella. Si ser fotografiada con Pedro una vez había ocasionado todo esto, ella no podía imaginar lo que sería salir con un hombre como él.
Su día entero había sido un desastre, y pensar que solía ser perfecto, desde que él también había consumido sus noches.
Cuando llegó a su casa después del trabajo, ella estaba dispuesta a esconderse debajo de la mesa con Pepsi o pegarle a alguien. Después de que acabó con la caja de restos de comida china, se escuchó un golpe fuerte en la puerta principal. Teniendo en cuenta que no estaba retrasada en la renta y que Silvina estaba fuera de la ciudad por motivos de negocios, ella estaba medio asustada de abrir.
Alejando su cabello de su cara, se acercó a la puerta y se asomó por la mirilla. Lo que vio realmente no la calmó. Un rostro muy serio con ojos oscuros detrás de unas gafas le devolvió la mirada, y Paula tuvo de repente un destello del pasado. Esta mujer que estaba afuera de su puerta le recordaba a una profesora que pasaba más tiempo gritando a sus alumnos que enseñándoles algo.
Paula abrió la puerta. —¿Puedo ayudarla en algo?
La mujer que tenía delante de ella llevaba un traje de falda de un muy aburrido color marrón que a Paula le dio ganas de tirarle pintura neón encima. La blusa estaba bajo su chaqueta, blanca por supuesto. El color debía ser un gran, gran problema para esa señora. Su mirada bajó hasta las zapatillas y la interna reina de la moda de Paula bajó su cabeza de la vergüenza. Con la camisa malva que llevaba hoy y la falda verde azulado, tenía que parecer un maldito arcoíris tecno al lado de esta señora.
—¿Señorita Chaves? —dijo la mujer con acento entrecortado, en tono confiado.
Y ella sonaba como un maestro. —¿Sí?
—Mi nombre es Aldana Gore. —Entró en el departamento de Paula sin ser invitada, sosteniendo un gigantesco bolso en forma de cubo cerca de sus estrechas caderas—. Soy la publicista de Pedro Alfonso.
La irritación y alrededor de otras mil emociones golpearon en Paula mientras cerraba la puerta y se volvía hacia la señora. Dios mío, hoy no había escapatoria con relación a Pedro. —¿Cómo supo dónde vivo?
La señorita Gore se sentó en el borde del sofá, con los labios ligeramente curvados mientras examinaba los edredones y almohadas brillantes del sofá y las sillas de Paula, y luego su mirada se posó en la bola de pelusa que se veía por debajo de la mesa. Por la mirada que cruzó su cara, ella no era fan de los gatos.
A Paula inmediatamente le desagradó la mujer.
—Cuando se trata de encontrar a alguien con quien tengo que hablar, hay muchas herramientas a mi alcance.
Tomemos como ejemplo, a Patricio que es hermano de Pedro Alfonso, considerando lo que él hace para vivir, probablemente utiliza los mismos medios que yo —La señorita Gore fue a colocar su bolso en el suelo pero luego pareció pensarlo dos veces, como si el piso de Paula estuviera sucio o algo, y lo colocó a su lado en el sofá—. Y yo realmente necesito hablar con usted en privado.
En ese momento, aquello era lo último que quería y necesitaba Paula —¿Se trata de la foto en el periódico de esta mañana? —Cuando la publicista de Pedro asintió, Paula apretó los dientes con tanta fuerza que fue un milagro que sus molares no se agrietaran—. Mire, solo pasó una vez, una tonta ocurrencia…
—Y que tú no estás durmiendo con él, y que él te besó porque quería. Lo sé.
—¿Eso es lo que él dijo?
La señorita Gore frunció el ceño. —¿Entonces tuviste sexo con él?
—¿Qué? No, no lo hicimos. Me refería a lo del beso que me dio porque…Oh, no importa, esa parte no tiene importancia —Paula negó con la cabeza mientras se sentaba en su silla. Pepsi salió debajo de la mesa, sus uñas clavándose en la alfombra deshilachada. Con sus orejas hacia atrás, miro a la desconocida. Paula esperaba que él no saltara sobre su bolso o hiciera algo totalmente vergonzoso, como escupir una gran montaña de bola de pelo—. Como he dicho, no es nada. Así que no estoy segura de por qué usted está aquí.
La señorita Gore alejó sus pies de Pepsi y dobló sus tobillos. —¿Qué tipo de relación tienen Pedro y usted? Y por favor no me diga que no la tienen, porque si es así, voy a preguntarle por qué permite que extraños la besen.
Después de la clase de día que tuvo Paula, no estaba de humor para esta mierda. —Realmente no veo cómo eso es de su incumbencia.
Sin inmutarse, la señorita Gore continuó—: Es mi trabajo como publicista. Ahora, él me dice que ustedes dos no han tenido ninguna… relación íntima… Pero supongo que hay más.
—Y como le dije hace unos segundos, no veo que lo que nosotros tengamos o no sea de su incumbencia.
El fantasma de una sonrisa apareció. —¿Es usted consiente de la reputación de Pedro?
Paula resopló. —¿Quién no lo es?
—He sido contratada por su manager para limpiar su imagen. Como se puede imaginar, esto ha sido una hazaña casi imposible cuando se trata de sus actividades extracurriculares.
¿Era así como ellos llamaban generalmente a los casanovas en estos días?
—He logrado que él se mantuviera alejado de… las mujeres en el último mes, y entonces llegó usted.
La forma en que lo dijo fue como si Paula fuera un cometa que impactó en la tierra. —Lo siento, pero no veo como su reputación tiene que ver conmigo.
—Tiene que ver. —Las cejas marrones perfectamente delineadas de la señorita Gore se fusionaron mientras Pepsi salía de debajo de la mesa—. La única manera de reparar su imagen es que él tenga una novia.
—Cla… ro.
—Y de entre todas las mujeres con las que típicamente fraterniza,usted no se quita la ropa para ganarse la vida, o gana dinero posando para fotos, y no es una mujer rica de sociedad que no sabe cómo utilizar la tabla de división.
Paula hubiera reído de eso, porque era cierto, pero una extraña sensación se arrastraba hasta la parte posterior de su cuello. —Todavía no tengo idea que tiene que ver eso conmigo.
—Si Pedro se establece, aunque sea temporalmente, con cualquier persona promedio, esto haría maravillas para reparar su imagen. Su contrato con los Nationals está en juego —explicó la señorita Gore, y Paula no estaba segura de si debía insultarla por llamarla promedio o no—. Y ahí es donde necesito de su ayuda.
Su boca se abrió. Ella no sabía que Pedro estaba a punto de perder su contrato, y se preguntó si sus hermanos sabían de eso. Seguramente Mariana hubiera dicho algo.
—Necesito que usted finja ser la novia de Pedro, sólo por un mes. — La señorita Gore inclinó la cabeza hacia un lado—. Se trataría de unas pocas apariciones públicas con él. Por supuesto, no sería por su cuenta en lo absoluto.
Paula la miró fijamente. —¿Habla en serio?
—Sí.
Ella abrió la boca de nuevo, pero esta vez se echó a reír, la clase de risa que es profunda y que te hace temblar el vientre. —Oh mi Dios…
La señorita Gore frunció el ceño. —No le veo lo gracioso.
—Es que… —Paula agitó sus brazos. La pobre cabeza de Pepsi se balanceaba de atrás hacia adelante entre las dos mujeres—. Lo siento, pero esto es probablemente la cosa más loca que he escuchado. ¿Pretender ser la novia de Pedro Alfonso? ¿Inhaló crack? No creo que nadie en la ciudad sea capaz de creer que él está teniendo una relación con una mujer que usa guantes de cocina, y quedándose con sólo una mujer.
Los labios de la señorita Gore se fruncieron y luego alzó la mano, se quitó las gafas y cuidadosamente las dobló. —Según mis registros, usted debe alrededor de cincuenta mil en préstamos estudiantiles.
Y eso hizo que Paula se despabilara bien rápido. Su risa se extinguió. —¿Perdón?
—¿Recuerdas que dije que tengo muchas herramientas a mi alcance? —Colocó sus gafas sobre su regazo—. Usted fue a la Universidad de Maryland y se graduó con una licenciatura en historia, sin embargo, sin un doctorado en ese campo, no hay mucho que pueda hacer. Usted tomó
un trabajo en el Smithsoniano, el cual es campo que usted ama pero que definitivamente no paga las facturas. Por lo que, como dije, usted debe unos cincuenta mil.
¿Qué demonios? Para que esta arrogante mujer sepa sobre ella obviamente ha estado hurgando en su negocio personal y sus finanzas, y era una completa desconocida, eso era mortificante. Y todo tenía que ver con Pedro Alfonso, nada menos. Ella estaba enojada mientras se retorcía en su silla. —Eso es cierto.
—¿Qué tal si pudiera cancelar esa cuenta hoy mismo y todo lo que tuviera que hacer es fingir ser la novia de Pedro durante el próximo mes?
Paula se inclinó hacia adelante y luego se echó hacia atrás.
Ella chasqueó con la boca cerrada. No había manera de que pudiera haber oído correctamente a la mujer, pero ella estaba mirándola con una mirada sincera. —No puede estar hablando en serio. —Finalmente ella se atragantó en un risa por la sorpresa—. No hay manera de que usted esté hablando en serio.
La señorita Gore no se inmutó. —Estoy siendo completamente seria con usted. Tiene que entender que mi reputación y habilidad para hacer mi trabajo están en juego. Haré cualquier cosa para asegurarme que la imagen de Pedro se repare. Lo que sea.
¿Me estaba tomando el pelo? —¿Está dispuesta a pagarme cincuenta mil dólares para que pretenda ser la novia de Pedro Alfonso?
—Eso es lo que estoy diciéndole.
Había una parte de Paula que quería saltar por la oferta.
En parte debido al hecho de que ni siquiera podía comprender una vida donde ella no estuviera ahogada en deudas. Estar fuera de todo ese lío sería una verdadera bendición. Con el dinero extra que tendría al ya no tener que pagar esos préstamos locos, ella podría moverse a una zona más agradable y detener esa depresiva búsqueda de un nuevo trabajo. Podría dormir una noche completa sin despertarse a las cuatro de la mañana, sobre estresada por cómo iba a llegar a fin de mes. Ella sentiría que su vida era suya de nuevo y no de los acreedores. Y también había una pequeñísima y diminuta parte de ella que se animaba basada únicamente en el hecho de que sería capaz de ver de nuevo a Pedro.
Y querido señor, ella no quería ni pensar en ello.
Pero su orgullo apareció. No había manera de que formara parte de algo como esto. Sus padres se estarían revolcando en sus tumbas. Era dinero sucio. —Aunque eso podría ayudarme, no soy una prostituta.
—No estaría obligada a tener sexo con él. Francamente, prefiero que haya otra mujer en la ciudad a parte de mí que no haya tenido sexo con él.
Paula arqueó una ceja. —Puedes poner esta oferta en envoltorios bonitos y atarle un lazo a su alrededor, pero aun así no voy a aceptar dinero para ser la novia de alguien. No me importa la forma en que se vea, eso es una forma de prostitución. No estoy tan desesperada.
—Tenía miedo de que dijera eso.
—Entonces, ¿por qué aun así se acercó a mí con eso?
La señorita Gore suspiró mientras se colocaba sus gafas, y
endurecía su expresión. —Bueno, si no estás dispuestas a asumir el pago del servicio, tengo otra oferta para ti.
Ella empezó a ponerse de pie. —No estoy interesada.
Espero que Pedro lo consiga y se quede con los Nationals, pero esto no es…
—Por favor, siéntese —dijo la señorita Gore de una manera tan diplomática que Paula se encontró a ella misma sentándose—. No me dejó terminar. —Hizo una pausa y una sonrisa tensa apareció en su rostro. Sin dientes—. ¿Sabía usted que al ser contratada para el Smithsoniano, al igual que como todo los trabajos financiados por el gobierno, se realiza una revisión de los antecedentes y el crédito? Eso es una condición para su empleo. Usted no solo debe evitar tener algún acto criminal, sino también debe mantener un limpio y saludable puntaje de crédito
Un cosquilleo de inquietud corrió por la espalda de Paula.
—El incumplimiento de pago de un préstamo estudiantil puede resultar en la terminación de su empleo, incluso si usted intenta hacer atrasos, actualmente estamos trabajando con una agencia de cobros. —La señorita Gore cruzó sus piernas mientras Pepsi se acercaba más a ella—. Ahora la mayoría de los empleadores no están al tanto de cosas como los controles de crédito, pero todo lo que bastaría sería hacer una llamada de telefónica.
La mandíbula de Paula cayó al suelo cuando el malestar estalló como un cañón.
—¿Lo comprende, señorita Chaves? —preguntó cortésmente.
—Usted… Usted no lo haría —Paula no podía creer que esa mujer pudiera hacer algo así—. Eso es chantaje.
—O sólo estoy cumpliendo con mi deber civil. —Ella se encogió de hombros con rigidez—. Tal vez debería haber aceptado el dinero.
Paula la miró un momento y luego se puso de pie rápidamente, haciendo que Pepsi saliera disparado hacia la cocina. —¡Eres una perra!
La señorita Gore arqueó una ceja perfectamente arreglada. —Ciertamente me han dicho cosas peores. Esto no es personal. Tengo que hacer mi trabajo.
—¿Esto no es personal? —Paula nunca había golpeado a alguien antes, pero cuando apretó los puños, estaba malditamente cerca de hacer que este saludara el rostro de la mujer—. ¡Estás amenazando mi trabajo, mi vida!
—Y el comportamiento de Pedro está amenazando la mía —respondió ella—. Si quieres enojarte con alguien… —Su mirada cayó a las manos de Paula— O golpear a alguien, desquítate con Pedro. Pero no en público, por favor.
—Fuera de mi casa. Ahora. —Las manos de Paula estaban
temblando por el esfuerzo de contenerse.
En lugar de pararse e irse como hubiera hecho cualquier otra persona que valora su vida, la señorita Gore metió la mano en su bolso y sacó el periódico. Estaba abierto en la sección de chismes y allí estaba la imagen de ella y Pedro en la calle, prácticamente comiéndose la cara del otro.
Paula se sonrojó mientras sus labios hormigueaban. Qué momento más inoportuno.
—Entiende que también tu reputación está en juego —anunció la señorita Gore.
Forzando su mirada a que se alejara de la evidencia fotográfica de su atracción por Pedro, ella tomó una respiración profunda. —No veo cómo mi reputación se ve afectada por esto.
La señorita Gore tomó el periódico y levantó sus cejas. —Lo gracioso de las fotos es lo diferente que puede ser percibido de una persona a otra, y a veces todo lo que necesitas es un lado diferente de la historia que mostrar.
Paula se cruzó de brazos. —¿Qué quieres decir?
Ella levantó la vista del periódico. —Mi trabajo como publicista me obliga a asesorar las cosas. Es de ahí de donde viene todo ese término asesor de imagen. Mire esta foto por ejemplo. Parecen dos personas que comparten un beso. Algo que ambos querían.
—Fue un error, pero…
—Eso es algo irrelevante. Todo es como el público lo percibe, y justo ahora ellos piensan que tú eres el nuevo sabor de Pedro de la semana.
Pero, ¿qué pasa si hay otro lado de la historia?
—No hay un lado diferente de la historia. Pedro me besó. Y yo se lo devolví. —Ella se pasó la mano por su cabello—. Algo de lo que me arrepiento por varias razones.
—Siempre hay una historia diferente —dijo la señorita Gore—. Mira esta foto más de cerca. ¿Ves cómo estás agarrando la parte delantera de su camisa, por sus hombros?
En realidad Paula no quería examinar la imagen de cerca. Ya era bastante malo que con sólo cerrar los ojos pudiera recordar lo que se sentía ser besada por Pedro.
—También estás presionada contra él —continuó la señorita Gore—. Y una mujer de su tamaño tiene que ser bastante fuerte.
Despacio, Paula hizo una lenta y constante inhalación. Como si ella fuera del tamaño de Jabba el Hutt o algo así.
—Para mí, parece como si estuvieras agarrando a Pedro y
obligándolo a besarte.
—¿Qué? —chilló—. Eso es...
—Las celebridades como Pedro tienen muchas mujeres, mujeres tristes, solas, con un ligero sobrepeso, que se le acercan bastante a menudo. No hay que hacer un esfuerzo para imaginar que él podría tener una acosadora o dos. —La señorita Gore echó un vistazo a la foto—. A mí me parece que tú lo acosaste en la calle y lo forzaste a hacerlo.
La furia al rojo vivo golpeó a Paula —¡Yo nunca haría algo así! Cómo te atreves a insinuar que…
—No me atrevo, Paula. Lo haré. No me das otra opción. Es la única manera en que puedo cubrir este último lío, que eres tú. Quizás deberías evitar sus avances, —La señorita Gore alisó sus manos sobre su falda—. Es un muy desagradable y muy perro movimiento. Estoy de acuerdo. Pero eso no cambia el hecho de que haré una declaración pública acusándola de acosar a Pedro y de forzarlo a besarte.
—Voy a golpearla, poniendo todo mi considerable peso en ello —dijo Paula, mirando la pesada lámpara que estaba al lado del sofá. ¿Cuánto tiempo estaría en la cárcel si golpeara con eso la cabeza de la perra?
La señorita Gore no parecía demasiado preocupada. —Todo lo que tiene que hacer es pretender que está saliendo con Pedro. Eso es todo. Vas a mantener su trabajo y su reputación. Y seamos honestas, salir con Pedro seguramente va a abrir un abanico de chicos para usted. Todos los hombres en la ciudad van a querer saber que tiene que enganchó a un casanova como Pedro.
Si ella no estuviera tan enfadada, se sentiría ofendida por esas declaraciones. Lo que ella quería hacer era dar una patada tan fuerte en el trasero de esa señora que ella necesitaría de un médico para que lo sacara Paula se dio la vuelta y se paró detrás de la silla en la que había estado sentada, tomando varias respiraciones profundas. Su apartamento era del tamaño de la caja de zapatos, pero ahora realmente lo sentía así, las paredes se cernía sobre ella. Estaba atrapada. No había duda en su mente de que la señorita Gore cumpliría su amenaza. Paula perdería su trabajo y terminaría como una psicótica en el proceso. Y al igual que su orgullo se había negado a dejarla aceptar el dinero para ser la novia imaginaria de Pedro, el orgullo no le permitiría ser etiquetada como una especie de falsa atracción fatal con un problema de sobrepeso. Podía ver
ahora las malas lenguas. Las cosas que decían de ella…
Ella tragó saliva, pero el repentino sucio y feo nudo de emociones no se movió. Maldito Pedro por arrastrarla a ese lío.
Enfrentando a la señorita Gore, Paula le envió una mirada de muerte. —Creo que esto es un asco, y estoy segura de que hay un lugar especial en el infierno para usted, señorita Gore, pero no me ha dejado otra opción.
Una expresión de remordimiento cruzó la anterior expresión
impasible de la señorita Gore, pero fue tan rápido que incluso hizo dudar a Paula de que lo haya visto. La señorita Gore colocó una tarjeta en la mesa mientras se levantaba. —Espero que te presentes a esta dirección mañana a las siete de la noche para tratar las reglas de tu relación con Pedro. Ponte algo… bonito. —Esa sonrisa apretada y falsa de nuevo—. Tendrás una cena tardía con Pedro en Jaws.
Jaws era un lujoso antro de mariscos en el que Paula no podía ni siquiera permitirse pasar. Dejando escapar un suspiro entrecortado, observó a la publicista/dictadora caminar lentamente hacia la puerta principal.
La señorita Gore se detuvo y miró por encima del hombro.
La columna vertebral de la mujer era recta como un clavo bajo su traje. —No llegues tarde, Paula.
Paula hizo lo único que podía hacer en esta situación sin que terminara en un prisión de por vida. Le sacó el dedo a la mujer.
Con ambas manos.
CAPITULO 17
Pedro no quería despertar del sueño que tenía. Por supuesto que no.
Había una mujer suave debajo de él, llena de exuberantes curvas y el pelo del color del vino tinto. Se arqueó hacia él, con la cabeza echada hacia atrás, y él iba tan rápido y duro de forma que la cama golpeaba contra la pared. Nunca quiso parar.
Los golpes se hicieron más fuertes hasta que una maldición muy fuerte, muy masculina estalló en algún lugar de arriba y los pies pesados pisoteando por las escaleras, despertándolo y poniendo fin a su increíble sueño.
Alguien estaba en la puerta de su hermano, y teniendo en cuenta el tipo de negocio actual de Patricio—personal de alto perfil de la firma de seguridad—sólo Dios sabía quién podría ser.
Lo único que quería era volver a dormir y continuar donde lo dejó.
Alguien golpeó a la puerta de nuevo. Pedro abrió un ojo e hizo una mueca ante el brillante resplandor de la luz brillando en la mañana desde las ventanas detrás del sofá.
Mierda. Él estaba cegado y tenía una erección que rivalizaba con un mármol.
Captó un movimiento por el rabillo del ojo y se volcó sobre su costado. Acechando por delante del sofá estaba Patricio en calzoncillos y nada más. —Buenos días, luz del sol —llamó Pedro, sentándose.
Su hermano le lanzó una mirada desagradable mientras se dirigía a la puerta principal, tirándola abierta con tanta fuerza, que Pedro tuvo que preguntarse cómo no desgarró la puerta sólo de sus bisagras.
—¿Quién coño eres tú? —exigió Patricio.
Las cejas de Pedro subieron mientras se frotaba la frente.
Hombre, no había bebido mucho anoche, pero se sentía como si hubiera corrido con la cabeza contra una pared de ladrillo. Mierda. Se estaba haciendo viejo.
—Tengo que ver a tu hermano inmediatamente.
Un latido intenso golpeó su sien izquierda y movió su ojo derecho.
Antes de que pudiera gritar que no la dejara entrar, la señorita Gore pasó junto a un muy enojado Patricio, deteniéndose sólo un breve instante para dar a su hermano una mirada superficial antes de clavar esos ojos oscuros, malvados y sin alma en él. Pedro agarró la parte trasera del sofá y se la puso sobre su regazo, a pesar de que sólo escuchar la voz de esa mujer había matado cualquier excitación persistente.
Llevaba un periódico en la mano. No podía ser nada de él, ya que las malas lenguas típicamente no corrían hasta el domingo, así que se relajó aproximadamente una fracción de pulgada.
Patricio cruzó los brazos sobre el pecho. —Como he dicho, ¿quién coño eres tú?
—Es mi niñera sobre de la que te hablé —gruñó Pedro.
La señorita Gore frunció los labios. —Soy su publicista.
—Qué infiernos —dijo Patricio, saliendo para las escaleras—. Voy a volver a la cama. Es demasiado pronto para esto.
Pedro vio a su niñera intentar y fallar para no echarle un vistazo a su hermano. Sonrió con satisfacción. Ahora pensaba que la señorita Gore era asexuada. Una puerta se cerró de golpe unos instantes más tarde y la señorita Gore lució toda cara-enojada de nuevo.
—¿A qué debo este placer? —preguntó Pedro, recostándose en el sofá.
Sin decir una palabra, ella tiró el periódico hacia él. Golpeó su pecho. Rodando sus ojos, él lo tomó y le dio la vuelta. Su boca se abrió. — Oh, mierda.
—Esas no fueron las palabras que usé —dijo, de pie delante de él.
Vestida con un traje cuadrado negro de falda, todavía parecía una maldita monja—. Te dijeron que te mantengas alejado de las mujeres. ¿No puedes hacerlo un mes entero?
Pedro sólo podía mirar el titular de la sección de deportes. El Lanzador Playboy de los Nationals hace un Juego en la Avenida Constitution. La imagen debajo era de él y Paula bajo el toldo ayer, besándose. Alguien tenía una buena cámara, porque era un disparo justo en sus rostros.
—El gerente de tu Club está muy decepcionado de ti y de mí. Eso no me hace feliz —dijo ella, cruzando los brazos.
—¿Hay algo que te haga feliz?
Hizo caso omiso de eso. —El hecho de que esté incluso en la sección de deportes es aún peor, Pedro. No creo que entiendas lo grave que es esto.
Pedro estaba demasiado ocupado mirando fijamente la imagen para ocuparse de verdad. Maldita sea.
Prácticamente podía sentir a Paula apretada contra él en este momento y ese sueño que tuvo no ayudaba. No podía dejar de preguntarse ¿qué pensaría al ver el periódico? ¿O lo había hecho ya? ¿Y por qué le importa?
—Pedro —espetó la señorita Gore.
Olvidando que la niñera estaba todavía allí, levantó la cabeza y frunció el ceño. —¿Qué?
Su ceño era tan profundo que se preguntó si alguna vez se
desvanecería. —¿Por qué sucedió eso? Ya hemos pasado por esto una y otra vez. No puedo reparar tu imagen si sigues metiendo la pata.
¿Por qué había hecho eso? —Quería darle un beso.
La señorita Gore parpadeó y luego se irguió en toda su estatura, que era nada menos que un metro y setenta centímetros. —Tú querías besarla.¿Así que sólo normalmente besas a la gente cuando lo deseas?
—No es como si fuera una chica al azar en la calle.
—¿Quién es esta puta, entonces?
Se puso de pie antes de que él lo supiera. —Puedes llamarme cada nombre que creas que merezco, señora, pero no la llames así. No es una puta.
La señorita Gore lo miró con curiosidad y luego sonrió
estrechamente. —Interesante.
Lanzando el papel en el sofá, se volvió y se pasó los dedos por el pelo. —No me he acostado con ella, antes de que empieces a acusarme de eso.
Una pausa y luego—: Ella no parece ser la típica mujer que tú persigues.
Si él no iba a hablar con sus hermanos acerca de Paula, seguro que no iba a hablar de ello con la diabla. —Mira, esto no es gran…
—Es una gran cosa. —Se sentó en el otro lado del sofá, obviamente no estaba de humor para salir en cualquier momento pronto. Genial—. Mi llamada de atención esta mañana no fue divertida. Después de que tu gerente expresó su decepción enorme, me dieron un ultimátum.
La inquietud se agrió en sus entrañas. —¿Van a cancelar mi
contrato?
Su expresión se tornó grave. —Se habló de eso, sí. También se habló de despedirme.
Por mucho que a Pedro le disgustara la mujer, un poco de culpa lo incomodó. —Besé a una mujer. Eso es todo. Ellos ni siquiera saben quién es. ¿Y si era mi novia? ¿Tendrían algún problema con eso, también?
Interés despertó en sus ojos oscuros. —¿Es tu novia?
Una risa de sorpresa se le escapó. —No. No hago la cosa de citas.
—Y ahí está el problema. Haces la cosa de follar. Si ella fuera tu novia, entonces no habría ningún problema con ello. El problema es que en los últimos seis meses, has sido fotografiado junto a una decena de mujeres diferentes en posiciones muy comprometedoras. Y cuando no estás en la foto con una mujer, entonces estás de fiesta. Le estás dando a todo el Club una mala reputación.
Pedro dejó caer su cabeza entre sus manos y dejó escapar un profundo suspiro. Frotándose los dedos contra las sienes y cerró los ojos.
—No tengo un problema con la bebida.
—No creo que lo tengas —dijo ella, sorprendiéndolo. Parecía que creía lo peor de él cuando se trataba de todo lo demás—. Pero tu padre sí.
Su cabeza se alzó, y entrecerró los ojos. —Ni se te ocurra ir allí.
La señorita Gore ni se inmutó. —Todo lo que estoy diciendo es que no tienes la fe para que la gente dé un salto a una conclusión determinada. Tu familia tiene antecedentes... en esto.
Por supuesto que sí. Incluso desde la maldita tumba, su padre arruinaba las cosas. Por otra parte, no era realmente justo culpar de todo a su querido y viejo papá. Pedro era un hombre hecho y por lo tanto responsable de sus propias acciones. Y, honestamente, tenía que agradecerle a su padre en primer lugar. Al ver a su padre, se enteró de lo que no se debe hacer con las mujeres.
Cálmate.
Mierda sólo no funcionó desde ese punto en adelante. Y mientras no tenía los hábitos de beber de su padre, obviamente había desarrollado ser mujeriego.
—¿Cuál es el ultimátum? —preguntó, sobre esta conversación.
—Me han dado un mes para limpiarte o tu contrato se cancela y estoy despedida. —Hizo una pausa, frunciendo el ceño—. Nunca he sido despedida antes.
—Mierda. —Se frotó los dedos por el pelo—. No he estado con…
—El periódico dice otra cosa, Pedro. Todo es cuestión de percepción.
Y sinceramente, no creo que nada vaya a arreglar esto. El Club prácticamente se ha rendido. Te quieren, pero no desean tu mala prensa.
Se sentó contra el cojín y sacudió la cabeza con incredulidad. Si perdiera su contrato de béisbol, no tenía idea de lo que iba a hacer. Tenía dinero para durar un tiempo, pero no sería para siempre. Y le encantaba el juego. Sin ello, sólo iría por compromiso. Y realmente no deseaba tener que renunciar a su familia para ir a ganar un sueldo en Nueva York.
—Hay una cosa que deberías trabajar —dijo ella en voz baja.
Teniendo en cuenta que no había nada desde que está niñera llegara a bordo, o en realidad incluso antes de eso, él no estaba seguro de qué más podía hacer aparte de encerrarse en su casa hasta el inicio de la temporada en marzo. —¿Y qué es eso?
—Convence al equipo y al público que tienes una novia. —Ella levantó la mano al momento en que su boca se abrió—. ¿La mujer con la que fuiste sorprendido besándote? Si pudiéramos llevarla a asumir el papel de tu novia, entonces yo podría hacer girar esto. Las malas lenguas irán pensando que te has establecido, pero es el buen tipo de prensa. Esto
le mostrará al Club que has cambiado tus caminos y ayudará a reparar tu imagen pública.
Pedro la miró fijamente. —Estás bromeando, ¿verdad?
Entrelazó las manos sobre su regazo. —¿Te parece que estoy bromeando? Y esa es una pregunta retórica, así que por favor no contestes. Esta mujer será perfecta para ello.
Paula sería perfecta para un montón de cosas. —¿Y por qué es eso?
—No es como las mujeres con las que estás normalmente. Es promedio.
Su frente se cerró de golpe. —Ella no es promedio. —Por supuesto que no. Estaba más allá de eso. Sobre todo cuando pensaba en ella en Cuero & Encaje, con las mejillas encendidas bonitamente y sin tener idea de que era una oveja en medio de lobos.
—En comparación con las mujeres con las que típicamente pasas, es un montón de cosas. Y lo más importante, es inesperada. Es el tipo de mujer con la que te establecerías.
Y eso es exactamente por qué tenía que estar tan lejos de Paula en lo posible.
—De ninguna manera. No voy a hacer esto.
—Entonces pierdes tu contrato —dijo simplemente—. ¿Es eso lo que quieres?
Apretó los dientes. —Ya sabes la respuesta a eso.
—Entonces, no debería haber un problema con este plan.
—La señorita Gore se levantó—. Sé que esto es un plan poco convencional…
—Sí, definitivamente diría que es poco convencional. También es una locura. ¿Estás pidiéndome a mí y una mujer a la que apenas conozco fingir estar juntos? —Negó con la cabeza—. Esto no va a funcionar.
—Se puede.
Él soltó un bufido. —Nunca conseguirás que esté de acuerdo.
La sonrisa de la señorita Gore era la de un jugador que sabía que estaba a punto de golpear un home run. —Puedo ser bastante convincente.
A lo mejor todavía seguía soñando, excepto que se había convertido en una pesadilla. No había manera de que Paula estuviera de acuerdo en ser su novia, y una vez que rechazara los planes de la señorita Gore, tendría que pasar a otra cosa. ¿Qué? No lo sabía.
—Está bien —dijo Pedro—. Inténtalo.
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