viernes, 26 de septiembre de 2014
CAPITULO 22
Después de recibir un regaño por parte de Pedro sobre salir con la mejor amiga de su mujer y luego de soportar los estúpidos sarcásticos comentarios de Patricio sobre seguir el mismo camino de todos los tipos que los rodeaban y sentar cabeza, Pedro estaba listo para golpear su cabeza contra la pared cuando su celular sonó.
Esperando el chequeo diario de la señorita Gore, porque quién sabía en que clase de problema se podía meter en su propio departamento, tomó el celular de la mesada de la cocina. El mensaje no era de su niñera. Oh, no, era de Paula. Todos sus publicistas los habían obligado a
intercambiar números antes de que fueran a cenar.
Gracias por las rosas. Son hermosas.
Dos segundos después, otro texto llegó.
Sin embargo, todavía no es relevante.
Una sonrisa llegó a sus labios, y era una cosa buena que sus hermanos se hubieran ido para entonces porque estaba seguro que lucía como un idiota. A él le gustó su respuesta, mucho, y también le gustó el hecho de que ella no tipeaba como una niña de dieciséis años.
Como la mayoría de las mujeres con las que había salido.
Pedro devolvió el celular sobre la mesada y fue al refrigerador, tomando el pollo que había marinado más temprano. Dejándolo en la parrilla Foreman, empujó los pechos un poco con un tenedor hasta que estuvieron perfectamente colocados en el centro.
Cerró la tapa. Jugo chisporroteaba.
Y entonces miró al celular en la mesada.
Volvió hacia ahí y tiró el tenedor en la encimera. Volviendo sobre sus talones, observó la parrilla. Todo aquello duró treinta segundos.
—Demonios —murmuró, girando hacia su teléfono.
Tomándolo, tocó la pantalla y observó el mensaje. No había planes para esa noche, pero mañana se suponía que había una película. No había ido al cine desde que estaba en la secundaria. Sin incluir las premieres de las películas.
Técnicamente, no tenía una razón para estar en contacto con Paula, ya que este era algo así como un día libre. Y realmente no había tenido otra razón para enviarle flores más que… había querido hacerlo.
De acuerdo, había más que eso
Dando vueltas, se apoyó contra la encimera y extendió la torcedura en el cuello.
No era por el beso que habían compartido. Aunque pensando en ese beso se había puesto duro como una piedra, pero era lo que ella dijo. Que había accedido a fingir ser su novia porque la ayudaría a tener citas después de él.
Que. De. Mo. Nios.
Primero que nada, dudaba que necesitara ayuda. Segundo, no estaba muy interesado en ser un trampolín. Así que le había enviado rosas. Extraña respuesta a algo como eso, seguro, pero dudaba que ella estuviera pensando en sus futuros novios ahora.
Le envió una respuesta.
Me alegro que te gustaran las flores.
Antes de que pudiera dejar el celular, sus dedos simplemente continuaron escribiendo.
Y me alegro que te gustara el beso.
Dejó el celular y chequeó el pollo. Cerca de un minuto después, el celular sonó y dio vueltas alrededor de la cocina por otros tres minutos antes de ir a verlo.
Nunca dije que me gustó el beso.
Una sonrisa se extendió por sus labios mientras enviaba la
respuesta.
No tenías que hacerlo. Lo sé.
La respuesta fue inmediata.
¿Tengo que recordarte que fuiste TÚ quien ME besó ambas veces?
Pedro echó la cabeza hacia atrás y rió, pero se fijó en el pollo antes de contestar. De lo contrario, se vería como si estuviera parado en la cocina, sosteniendo su teléfono, cosa que así era.
Después de vaciar el pollo a la parrilla en un plato y cortarlo en trozos pequeños como si se lo estuviera preparando para un niño, envió otro texto.
¿Necesito recordarte que TÚ lo disfrutaste ambas veces?
La respuesta fue bastante rápida.
Suspirando.
Riéndose, llevó su comida al sofá y comió su cena mientras veía el noticiero de la noche. Cosas increíbles ahí. Dejó asentar la comida antes de ir a la biblioteca y obligarse a hacer el entrenamiento de la noche en la caminadora. Más tarde, se quitó la camisa empapada de sudor e increíblemente hizo una carga de ropa.
Cada vez que pasaba por su teléfono, le echaba un vistazo.
Cada vez que sonaba, sentía algo estúpido en su estómago.
Para cuando terminó de limpiar el cuarto de baño de huéspedes en la parte de arriba y tomado una ducha, se encontró a si mismo sosteniendo su teléfono. Eran pasadas las diez, probablemente demasiado tarde para llamar, no que estuviera pensando en llamar a Paula. La señorita Gore ya había echo planes para la cita en el cine. La iría a recoger a su casa y bla, bla, bla.
Una vez en cama, sus dedos sacaron lo mejor de él. Escribió: Buenas noches, Bridget.
Dos minutos después recibió la misma clase de respuesta, y luego puso el teléfono en la esquina más lejana de la mesa de noche. Teniendo una temprana mañana con su entrenador de receso de temporada,necesitaba dormir.
Una hora después, aún miraba el cielo raso, cansado, pero su mente comenzó a jugar con él, trayendo sucesivas imágenes de Paula contra aquella pared de su dormitorio, con su cabeza echada hacia atrás, sus pechos sobresaliendo mientras la miraba sobre sus rodillas. Respiró profundo y juró que aún podría saborear su fuerte excitación.
Echó la sábana hacía atrás y movió su mano hasta bajar a su estómago. Tomando su dura erección, su espalda se elevó del colchón.
Jesús. No había estado así de duro desde la universidad.
Su mano acarició su miembro palpitante y sus ojos se cerraron.
Inmediatamente, la imagen de Paula se formó en su mente, excepto que era él quien estaba parado contra la pared y ella estaba sobre sus rodillas.
La boca de ella remplazó su mano y sip, fue todo lo que necesitó. Su liberación golpeó por la espalda y sus caderas golpearon su propia mano.
Era mucho más tarde cuando su corazón se calmó, y estaba duro otra vez, el rostro de Paula firmemente plantado en sus pensamientos.
Ésta iba a ser una larga, larga noche.
CAPITULO 21
—¿Estás saliendo con Pedro? —chilló Mariana. Paula odiaba mentirle, pero sabía que si le decía la verdad, Mariana se lo diría a Pablo.
—Si, algo así. —Un zumbido se extendió entre los dos escritorios.
Mariana se veía como un colibrí agitado.
—No puedo creerlo.
—Tampoco yo. —murmuró Paula secamente. Después de su primera cena la noche pasada, se había ido a su casa en un humor peor que cuando salió. Y aún estaba hambrienta.
—Es decir, no es que no me pueda imaginar a Pedro y a ti juntos.Puedo hacerlo. Pero no puedo imaginármelo sentando cabeza. –Se detuvo en el pasillo entre los escritorios y frunció el ceño—. Pero de nuevo, no podría imaginarme a Pablo sentando cabeza, tampoco, pero lo hizo.
—Esto no es como lo de Pablo y tú. —Paula comenzó a codificar sus marcadores según el color—. De todos modos, ¿tenemos ya los últimos números en el catering? —Mariana no continuó con la conversación más importante. Habían estado trabajando en la Gala desde el pasado febrero.
La maldita cosa había consumido sus vidas y ahora Pedro estaba consumiendo la suya.
—¿Qué quieres decir con que no es como lo de Pablo y yo? —Moviendo los marcadores rosas al lado de los verdes, suspiró.
—Sólo que no es serio. No como ustedes dos.
Mariana se detuvo en frente del escritorio de Paula y apoyó las manos en sus caderas.
—De acuerdo, ¿cuándo fue la última vez que tuviste un novio o saliste con alguien?
—Uh…
—Exacto —dijo Mariana y luego volvió a su ritmo—. Tú saliendo con Pedro es serio. No puede ser nada menos que serio. ¿Viste el Washington Post en línea esta mañana? Había fotos de ustedes dos besándose. —Levantó una lapicera de su escritorio y se la arrojó a Paula—. ¡Besándose!
Estoy muy segura que está en CeleBuzz también. ¡No puedo creer que no me lo contaras!
Paula levantó la lapicera y se encogió.
—No pensé que algo saldría de todo eso. —Mariana se quedó mirándola, su nariz arrugada en concentración.
—Dios, ¿estás lista para todo esto, Paula? Esto será una locura.Las personas comenzarán a seguirte a todos lados. ¡Oh! ¡Yo podría fingir ser tu asistente!
Paula rodó los ojos.
—Y podemos salir en una cita doble.
Oh, querido…
—Y Pedro siempre va a la Cena de Navidad Extravaganza de la Familia Gonzales, a la cual nunca has asistido a pesar de que te he invitado todos los años. —Mariana sostuvo sus manos juntas—. Ahora no puedes escaparte de eso.
Ella no era tan fan de las celebraciones, y honestamente, dolía ver a Mariana haciendo planes alegres. Iba a estar tan decepcionada cuando, a principio del año, Pedro y Paula fueran por caminos separados.
Mariana finalmente se calmó, y Paula optó por ir a almorzar.
Estaba mitad asustada de ir a visitar cualquiera de los locales de ahí.
Justo antes de las tres de la tarde, la puerta de sus oficinas se abrió y un chico repartidor se paró ahí, torpemente cargando cuatro docenas de rosas rojas.
Cuatro docenas de rosas.
Guau. La noche anterior debió de haber sido increíble para que Pablo le enviara a Mariana un arreglo como ese.
Paula volvió a mirar la pantalla de su computadora.
Necesitaba contactarse con la compañía de catering si ellos no tenían un número definido para…
—¿Hay alguna Paula Chaves aquí?
Levantando su barbilla, su mirada cayó sobre el chico de las flores.
Confundida, miró hacia una sonriente Mariana.
—Um, soy yo.
El hombre sonrió y se movió hacia el escritorio. Ella se apresuró a despejar una pequeña sección en la esquina.
—Alguien debe de amarte mucho —dijo el hombre, dejando el florero en el suelo—. Que tenga un buen día.
Paula observó al repartidor mientras se dirigía fuera de su oficina, y luego su mirada volvió a caer sobre las rosas.
Santa mierda.
La señorita Gore debió de haberlas ordenado, u obligó a Pedro a hacerlo. Esa podía ser la única razón del porqué eran para ella, pero eran… eran hermosas.
—¿Hay una tarjeta?
Ella miró hacia arriba, a penas capaz de ver a Mariana por detrás del bosque de tallos. Había una tarjeta, escondida cuidadosamente entre un tallo cubierto de rocío verde y el nastro. Muy cuidadosamente, sacó la tarjeta y abrió el pequeño sobre.
Escrito en una linda caligrafía había un corto mensaje que tal vez no explicaba porqué se habían enviado las flores pero definitivamente quién las había enviado.
Sigo siendo muy relevante.
Pedro.
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