sábado, 27 de septiembre de 2014

CAPITULO 24



El sábado por la noche se suponía que era como una fiesta de pijamas. No es que Pedro hubiera tenido una fiesta de pijamas en toda su vida, desde la última vez que registró que en su pantalón estaba un amigo.


Pero eso es lo que la señorita Gore dijo que sería esta noche.


Tuvieron una cena tardía en Tony y Tony, un restaurante de estilo italiano que Paula estaba convencida que era dirigido por la mafia. Eso hizo reír a Pedro antes de acusarla de que su sangre irlandesa se estaba revelando.


La cena estuvo bien. Después de un rato, Paula se relajó y pareció estar manejando la atención un poco mejor, pero cada vez que alguien se acercaba a su mesa, se ponía muy quieta o echaba la barbilla hacia adelante, usando su cabello para cubrirse la cara.


No podía entender eso. Paula era una completa monada. 


Los chicos la estaban mirando cuando entraron en el restaurante. Un tipo la estaba mirando como si fuera el mejor trozo de carne, lo que no había hecho a Pedro muy feliz, tampoco.


Era realmente extraño, se dio cuenta mientras se hacía cargo de la cuenta. Normalmente, no le importaban una mierda los chicos observando sus citas.


—Gracias —dijo, entregando el cheque firmado al camarero—.¿Estás lista?


Paula tomó su bolso y se levantó, y malditamente ardiente, no era un gran fanático de la cosa de cuello tortuga que ella tenía, pero le encantaba cómo la falda se le pegaba a las piernas, y esos tacones cucúfóllame estaban bien, también.
Iban de regreso a su lugar.


Paula iba a pasar la noche allí.


Esta noche iba a ser una noche muy, muy larga.


—¿Crees que la gente está esperando afuera? —preguntó mientras se acercaban a la puerta principal.


—Ah... —Se estiró hacia arriba para ver más allá de un estúpido muro de bronce. Una ligera nevada caía afuera, cubriendo la acera. Dos hombres acurrucados en sus chaquetas estaban esperando en la acera, con cigarrillos en la mano y cámaras alrededor de sus cuellos. Hablando de chaquetas...


Pedro miró a Paula y frunció el ceño. —¿Dónde está tu chaqueta?


Ella se encogió de hombros. —No me gustan.


—Está nevando afuera.


—¿En serio? —Sus ojos se abrieron a la vez que estiraba el cuello.


Júbilo iluminó su rostro. —¡Oh! ¡Lo está! Me encanta la nieve.


Pero no la Navidad, al parecer, pensó. —Deberías usar una
chaqueta.


—Tú no estás usándola —señaló ella mientras él la conducía alrededor de la pared de bronce, junto a un grupo de hombres de negocios que parecía que estaban a segundos de abalanzarse sobre Pedro.


—Soy un hombre.


Su rabieta al contestar trajo una sonrisa a su cara, la empujó bajo su brazo y la metió cerca mientras el valet llegaba con el coche. Por supuesto, era sólo debido a la nieve. Debía tener frío y la gente estaba sacando fotos, y no había otra razón que eso. Excusas. Excusas.


—¡Oye, Pedro! —llamó uno de los fotógrafos de afuera.


Se dio la vuelta por la cintura, reconociendo al joven que
generalmente cubre los juegos. —¿Qué pasa, Morgan? 
Estás un poco lejos del estadio, ¿verdad?


Morgan sonrió mientras se pavoneaba cerca, su mirada moviéndose a Paula y luego lanzándose de nuevo a Pedro, pero no con la rapidez suficiente como para que Pedro no lo notara. —Nada está pasando esta noche, así que me tienes aquí acechándote.


—Hizo tu vida, ¿no? —Pedro prácticamente pudo oír rodar los ojos de Paula.


—Eres un gran asunto. —Morgan miró a Paula de nuevo. Nieve salpicaba su cabello y mejillas como un velo transparente. Morgan le extendió la mano—. Soy Morgan… el fotógrafo favorito de Pedro.


Paula sonrió y estrechó su mano. —No sabía que tenía favoritos.


—Sólo es tímido acerca de sus afectos, sobre todo cuando se trata de hablar de ti. Todo el mundo se muere por tu nombre.


Ella levantó la vista hacia Pedro y luego tomó una profunda
respiración. —Paula Chaves. Encantada de conocer al acosador favorito de Pedro.


Morgan se rió, y Pedro sabía que Morgan estaba archivando ese nombre lejos de la mirada para el impaciente rostro de la foto de la bruja.


Por suerte, antes de que se pudieran hacer más preguntas, el valet apareció y Pedro tuvo a Paula en el Jeep.


Ella criticó el calor mientras se pasaba las manos por el pelo y la cara, quitándose los pequeños copos de nieve fuera de su cabello. Arqueó la espalda con un movimiento, empujando el pecho hacia fuera. La parte delantera de su jersey se estiró, y era una maldita cosa buena que él no estuviera conduciendo, porque era como un chico-de-dieciséis-años y…


—No hay vuelta atrás —dijo Paula, bajando los brazos. Lo miró—.¿Cierto?


Pedro arrastró su mirada hacia su rostro. Sí, no había vuelta atrás.


—¿Ahora que saben mi nombre? —Agregó, con las cejas arqueadas—No hay vuelta atrás.


Oh. Sí. Cierto. Ella no hablaba de ambos regresando a su casa.


Pedro asintió. —No. Probablemente no hay vuelta atrás.


Mientras se detenía en el tráfico, Paula se retorció en su asiento.


Recorrieron alrededor de una manzana y le frunció el ceño mientras miraba hacia adelante. —¿Estamos siendo seguidos?


Su mirada se desvió hacia el espejo retrovisor. Una Suburban oscura que había sido estacionada junto a la acera de Tony y Tony estaba justo detrás de ellos. —No es Morgan. Probablemente el chico que estaba fuera con él.


—Hombre, la señorita Gore realmente sabe lo que hace.


Era por eso que Paula iba a pasar la noche allí, y lo haría por lo menos durante tres fines de semana más. —Si pueden conseguir fotos tuyas entrando a mi casa y saliendo en la mañana, entonces es el verdadero negocio.


Desagrado tiró de sus labios carnosos. —¿Estás de acuerdo con esto?


—¿Mmm?


—¿De acuerdo con las personas siguiéndote a tu alrededor todo el tiempo? ¿Sabiendo cuándo tienes personas que se quedan en tu casa y cosas así? —elaboró—. Tienes un ejército de acosadores.


—No lo sé. ¿Acalorada? —Cuando ella asintió, él golpeó la flecha hacia abajo en el termostato—. Realmente no pienso en ello.


Pareció considerar eso. —¿Debido a que estás acostumbrado?


Pedro asintió. —Supongo que se puede decir eso.


—Bueno, has estado jugando con la pelota desde que tenías veinte años, ¿no? Eso hace diez años de esto, así que supongo que eso debe ser.—Hizo una pausa, y se sorprendió de que ella sabía cuándo había empezado a jugar con la pelota. Tuvo que ser Mariana—. Todavía parece una total violación de la privacidad.


—Viene junto con el trabajo, sin embargo.


Paula no respondió a eso y un agradable silencio duró hasta que entró en el garaje del estacionamiento. Giraron por el coche para agarrar su bolsa de viaje. Por supuesto, la cosa era del tamaño de una furgoneta pequeña y presentaba un caleidoscopio de colores.


—¿Bolso? —preguntó, ofreciendo su mano.


—¿Por qué?


Sonrió. —Estoy probando lo de ser caballero y voy a llevarlo por ti.


—Todavía no hay cámaras alrededor. —Luego bajó la voz—. ¿Están ahí? Oh, Dios mío, ¿están dentro?


—Sólo dame el bolso.


Paula se lo entregó, y él los dirigió hacia la puerta. —No hay nadie dentro. La seguridad no los deja entrar al garaje o a las puertas en el piso de abajo.


Ella lo siguió hasta su edificio y por el pasillo vacío. Una vez en el interior de su cálido apartamento, dejó caer las llaves en el mostrador y luego sacó su celular, dejándolo allí.


—¿Cuál dormitorio de invitados quieres? —preguntó—. Hay uno en la planta baja, pero el baño está en el pasillo. Los dos del piso de arriba tienen su…


—Lo recuerdo —dijo, mirando a la escalera. —Me quedo con el dormitorio de abajo.


—Haz lo que quieras. —Llevó su bolso encima de la puerta bajo la escalera y dio un codazo para abrirlo con la cadera. 


La habitación estaba muy vacía. Sólo una mesita de noche, una cama con dos almohadas, una cubierta delgada, y un pequeño televisor montado en la pared.


—Me gustan las paredes —dijo ella, siguiéndolo dentro.


Pedro sonrió para sus adentros. Era lo único de color… paredes rojas. —Te traeré una manta más gruesa. Bajo la temperatura por la noche —ofreció como explicación. Dejó el bolso sobre la cama y metió las manos en los pantalones vaqueros—. También puedes pedir las películas que quieras.


Miró a su alrededor, su mirada cayendo a los pisos de madera. —¿Es esto lo que haces cuando normalmente traes mujeres a tu casa?


Diablos, no. Por lo general, las llevaba directamente a una de las habitaciones —nunca a la suya— o incluso ni siquiera llegaban tan lejos.


Paula había sido la primera mujer que había llevado a su dormitorio, y él no se había dado cuenta de eso hasta ahora.


—No, Paula, esto no es lo que normalmente hago. Deberías
recordarlo.


Ella soltó una risa suave y baja que tuvo a su estómago apretando los músculos. —Esto es muy extraño.


Pedro la miró un momento, sus ojos tomando el rojo intenso de su cabello, los delicados arcos de sus pómulos, y el exuberante abultamiento de sus pechos. Se obligó a mirar hacia otro lado antes de que él la tumbara al piso y se enterrara en ella tan profundamente que no supiera dónde terminaba y empezaba ella. —¿Quieres un trago?


—Sí, eso sería genial.


Volvieron a la cocina y abrió el armario donde guardaba las bebidas.


—Tú eliges.


Paula miró por encima de su hombro. —Mejor me quedo con el vino. Algo dulce, si tienes.


Encontró un poco del champán burbujeante que Mariana le había dado, pero nunca había bebido. Mientras le servía una copa y conseguía un poco de whisky para él, la vio vagar sin rumbo por la cocina y en la sala de estar, una vez tuvo su bebida.


Pedro tomó unos minutos en la cocina para sí mismo. 


Cerrando los ojos, maldijo por lo bajo. Toda la noche había estado luchando contra el impulso de aplastar su boca y su cuerpo contra ella. Entró en la sala y miró por la ventana. 


Una sonrisa irónica tiró de sus labios. —Tenemos compañía.


Ella fue a su lado, y él inhaló su aroma de jazmín. —¿Es esa la Suburban que nos estaba siguiendo?


—Sí.


—¿Y él va a sentarse allí toda la noche?


—Sí.


Se apartó de la ventana, los ojos entrecerrados mientras tomaba un sorbo de su copa de champán. —Has pasado por esto muchas veces, ¿verdad? Con otras mujeres estuviste... bueno, ¿no estabas fingiendo?


Pedro se apartó de la ventana. —No quiero sonar repetitivo, pero sí.


Sentándose en el sofá de cuero, ella se quitó los zapatos de tacón y metió los pies debajo de sí. Un sentimiento extraño ocurrió en su pecho, seguido por el pensamiento aún más extraño de que ella se veía bien sentada en su sofá. Como si tuviera algún maldito sentido.


Un par de momentos pasaron y entonces ella preguntó—: ¿De verdad crees que esto va a funcionar?


Caminando hacia Paula, se sentó en la otomana frente a ella. —No lo sé. —Se encogió de hombros, tomando una copa—. La señorita Gore parece saber su mierda. No he recibido ninguna llamada airada de mi manager por algunos días.


Una pequeña sonrisa apareció. —Pero, ¿qué pasa después? Esto realmente va a hacer...


—¿Hacerme cambiar mis maneras? —suministró, y luego se rió. — Sí, tengo que recortar las fiestas.


Paula lo miraba a través de esos conmovedores ojos verdes. —¿Y las mujeres?


—Las mujeres no son tantas como la gente piensa que son.


—Ajá —murmuró—. ¿Puedo hacerte una pregunta?


Inclinándose hacia adelante, asintió con la cabeza. —Dispara.


—Si sabes que tienes a estos fotógrafos siguiéndote y la gente está constantemente tomando fotos de ti mientras estás fuera, ¿por qué haces lo que haces? Tienes que saber que vas a estar en todos los periódicos.


La copa colgaba de sus dedos. —¿Y debo vivir mi vida de manera diferente por eso? ¿Es eso justo?


—No deberías tener que vivir tu vida de manera diferente. —Su rosada lengua salió como una flecha, mojando sus labios y su cuerpo saltó a la atención—. ¿Pero es necesario que lo hagas con tres mujeres a la vez?


Siendo atrapado mirando sus labios, lo que dijo no lo procesó inmediatamente. —Yo no me acosté con tres mujeres a la vez. Bien.


Espera. No recientemente.


Duda nubló sus ojos. —Está bien.


—Estoy hablando en serio. —Se sentó con la espalda recta—. No he hecho nada con esas otras mujeres más que tomar una decisión estúpida al saltar en la cama con ellas. La ropa estaba puesta. No nos besamos o tocamos. Estuve en la cama durante unos treinta segundos, tiempo suficiente para que alguien tomara una foto.


Paula lo miró fijamente durante tanto tiempo que se preguntaba si había sido golpeada en silencio, y luego bajó la mirada a su bebida. — ¿Qué pasa con la modelo con la que te fotografiaron?


Había sido fotografiado junto a un montón de modelos a lo largo de los años.


—Stella —dijo ella, lanzándole un hueso—. ¿Qué pasa con ella?


—¿Stella? —Se rió—. Hicimos algunas cosas hace mucho tiempo, pero sólo somos amigos ahora. Cuando llega a la ciudad, nos juntamos en un bar o con amigos. A veces se queda aquí en una de las habitaciones.


Las mejillas Paula estaban un poco sonrojadas mientras dejaba el vaso vacío sobre la mesa. —¿Cuánto tiempo es un “hace mucho tiempo en tu mundo?"


Pedro se debatía el no responder, de repente sin saber si su "hace mucho tiempo" iba a ser lo suficientemente largo para lo que Paula estaba pensando. —Hace casi un año. Te caería bien. Tienen ocurriendo la misma clase de cosa sobre la moda.


Sus cejas se elevaron de una manera que dijo, Lo dudo.


—¿Lo relleno? —Cuando asintió, él hizo de camarero y volvió a la otomana—. ¿Alguna otra pregunta que quieras hacer?


Una pequeña sonrisa sexy apareció en sus labios. —Sí. Las tengo.


Pedro se rió entre dientes. —Está bien, pero si me hace una
pregunta, tengo que hacerte una.


Después de tomar un trago, ella se recostó contra los suaves cojines y arqueó una ceja. —Está bien. Hecho.


Sacudiendo el hielo en el whisky, reflejó su expresión. —Adelante.


—¿Cuándo fue la última vez que tuviste relaciones sexuales?


Pedro soltó una breve carcajada. —Guau. Vas directo a las cosas grandes, ¿no? —Le gustó la forma en que sus mejillas flameaban—. Está bien. Ya han pasado varios meses.


Paula rió por lo bajo. —Lo que sea.


Sus cejas se bajaron mientras se inclinaba hacia delante y golpeaba un dedo sobre su rodilla. —No voy a mentir.


—¿Tú? —Se echó a reír—. No has tenido sexo en un par de meses.


—No. Van tres meses y medio para ser exactos.


—Oh. Rompiste un record. —Su amplia sonrisa se reducía en sus labios cuanto más la miraba. —Diablos. ¿Estás hablando en serio?


Tomó un trago y asintió. —Tan serio como un ataque al corazón.


Impostor —dijo—. Tres meses no es mucho tiempo, pero eso es impresionante para ti.


—Caray, gracias. —Pero Pedro no se sintió insultado. Le gustaba el sexo. Mucho. Y lo hacía. Mucho. Siempre tenía cuidado, utilizaba protección, y operaba bajo la regla de "Si estaba demasiado borracho para caminar, estaba demasiado borracho para follar", que involucraba en todas las fiestas—. ¿Y tú? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuviste relaciones sexuales?


Paula le miró a través de sus espesas pestañas. —Más de tres meses.


—¿Cuánto tiempo? —Mierda. Realmente necesitaba saber.
No le respondió de inmediato, en lugar de tomar otro trago. 


—Van dos años.


Pedro instruyó su expresión. —¿Dos años…?


—Adelante. —Hizo un gesto con la mano—. Di algo listillo.


—No estaba planeando hacerlo —dijo, bajando la mirada a sus labios, de nuevo—. ¿Así que estamos hablando de que no ha habido interacción sexual durante dos años o sólo nos referimos al sexo?


Desplegó sus piernas, haciendo que su rodilla cepillara la de él. —Es mi turno. ¿Te arrepientes de dejar de la universidad por el béisbol?


Una vez más, estaba un poco sorprendido por lo mucho que sabía, pero teniendo en cuenta lo mucho que a Mariana le gustaba hablar, no debería estar tan sorprendido. —Sí y no. Si me jodiera el brazo, sería bueno tener un tipo diferente de carrera a la cual regresar, pero siempre podía trabajar con uno de mis hermanos.


—¿Cuál? —preguntó.


Chasqueó la lengua suavemente y le dio un codazo en la rodilla con la suya. —Mi turno. ¿Estamos hablando de ninguna interacción sexual sólo de sexo?


Puso los ojos en blanco. —Nada hasta la noche que me vine contigo.


Oh, sí, realmente gusto el sonido de eso. —¿Y después?


—Responde a mi pregunta. —Dejó la copa a medio terminar a un lado.


Pedro sonrió. —Probablemente haría algo con Patricio. Su trabajo es poco ortodoxo, pero por lo menos sería interesante.


Paula se mordió el labio. —Puedo verte haciendo eso... lo de guardaespaldas. Y no.


—¿A qué le estás diciendo que no?


Sus mejillas se volvieron de color rosa. —Nada antes ni después de ti. ¿Feliz?


Los ojos de Pedro se encontraron con los de ella. — Sí. Muy feliz.

CAPITULO 23



Llegó el jueves por la noche, Paula observó su reflejo en el espejo.


Una cita al cine…


Rió a carcajadas.


Pepsi maulló en respuesta.


Mirando sobre su hombro, sonrió.


—No puedo creer que iré al cine con Pedro Alfonso.


El gato ladeó su cabeza. Silvina tuvo la misma reacción durante el almuerzo cuando Paula le había dicho que ir al cine con Pedro no era la gran cosa. Aparentemente todo lo relacionado con el jugador de baseball era la gran cosa.


Paula se volvió hacia el espejo y colocó el cabello detrás de sus orejas. Los vaqueros azules y el suéter rojo parecían lo suficientemente casual para ir a ver una película. Metiendo la pierna, giró el tobillo. Sus tacones eran de color rojo, azul, negro y amarillo. A rayas. Impresionante.


Enderezando el borde de su suéter, se dio la vuelta. Las rosas estaban colocadas a un lado de su cama. No había planeado llevárselas a casa el día anterior, pero no podía dejarlas en la oficina. Su ex le había enviado flores una vez, y habían sido del tipo que venían en una caja. En algún lugar entre la tarjeta, los mensajes de texto y la noche que vendría, Paula decidió que debería al menos disfrutar de las ventajas de tener un novio falso, especialmente del combo.


Flores. Buena comida. Hombre bien parecido.


E insertar una N: No expectativas.


Toda la cosa del chantaje era terrible e irritaba a Paula hasta el infierno, pero ella no era la clase de persona que continuamente vivía en lo negativo. Tenía sus momentos de malhumor que duraban un par de días.


Estaba en su derecho de molestarse, pero esta era la mano que le había tocado. A pesar de que para los medios podía resultar divertido pasar el próximo mes alabando a Pedro, para ella no era particularmente divertido.


Así que tal vez podría disfrutar también desde que a una parte de ella le gustaba salir con él. Cuando habían estado en el club, realmente habían conectado. Todo lo que tenía que hacer era mantener la cabeza en el juego. No leer absolutamente nada y lo más importante, no dejarse tentar por él. Y para que eso suceda, todo lo que ella debía hacer era recordar a las tres chicas con las que él se había acostado unos días antes de que se conocieran en el club.


¿Y cuando había sido la última vez que había ido al cine con un chico? Hacía demasiado tiempo.


Antes de salir, se detuvo por Pepsi y lo rascó debajo de la barbilla, luego le dio un beso rápido en su cabecita peluda. 


Cogió su bolso y se apresuró a bajar los escalones de su apartamento antes de que él llegara.


No quería que estuviera en su apartamento. Ese lugar era su santuario y era demasiado íntimo para ellos.


Pedro en su departamento era una línea que no iba a cruzar.


Mientras cruzaba la puerta del frente del lobby, vio a Todd Newton.


Era raro verlo usando algo más que boxers.


Sonrió cuando la vio y detuvo la puerta, manteniéndola abierta.


—Hola, Señorita Chaves… —Paula sonrió.


—Hola, Todd. —Su mirada se hizo más profunda.


—Se ve bien.


Considerando que sus conversaciones siempre se habían limitado a verse el uno al otro a través del vestíbulo, esta era la primera vez que estaban a poca distancia entre sí. De cerca, notó que los ojos pardos de Todd eran más verdes que marrones.


Es muy apuesto, pensó.


—Gracias. Tú también


La sonrisa de Todd se ensanchó. No tenía hoyuelos como Pedro, pero aún así era una linda sonrisa.


—¿Vas de salida? —le preguntó. Antes de que Paula le pudiera responder, una profunda voz masculina la interrumpió.


—Sí. Está por salir conmigo. —Su corazón dio vueltas. No había visto a Pedro acercarse, pero ahí estaba, de pie justo detrás de Todd con una sombría mirada en su rostro.


Todd giró sobre su cintura y luego retrocedió sorprendido. ¿Era posible que Todd fuera la única persona en DC que no estaba al tanto de la vida amorosa de Pedro?


Él extendió una mano.


—¿Pedro Alfonso? Guau. Encantado de conocerte.


Pedro no sonrió, pero tomó la mano del otro hombre. Sus ojos eran de un oscuro azul y su mirada territorial y posesiva. Un escalofrío bajó por su columna. No había forma de que admitiera que le gustaba. Pedro imitó a Todd, pero Paula dudaba realmente que sintiera esas palabras.


—Encantado de conocerte. —Todd dejó caer la mano de Pedro y volvió la mirada hacia donde Paula estaba parada.


—Eres un hombre con suerte, Pedro, en más de un sentido.


Las cejas de Paula se elevaron. Una tensa sonrisa apareció en el rostro de Pedro mientras tomaba la flácida mano de Paula.


—Eso lo sé. Ten una buena tarde.


Paula dejó a Pedro arrastrarla hasta la esquina del edificio de su departamento donde su Jeep estaba ilegalmente estacionado a lo largo del cordón de la acera. Estaba sorprendida de que aún tuviera las ruedas.


—¿Era por eso que no querías que te encontrara en tu
departamento? —le preguntó Pedro al tiempo que mantenía la puerta del pasajero abierta para ella.


Su ceño se frunció por la confusión.


—¿Cómo?


—Parecía que ese tipo estaba realmente feliz sobre escoltarte afuera.—Aún a un lado del Jeep, esperó a que ella estuviera sentada y acomodada en el asiento para alcanzar el cinturón de seguridad y ajustarlo.


—Oye, soy capaz de hacerlo por mi misma.


—Oye, voy en serio con la seguridad. ¿Quién era ese tipo?


Paula sacó las manos hacia atrás con un suspiro.


—Es sólo alguien que vive del otro lado del pasillo frente a mí. Estoy bastante segura que esa fue la conversación más larga que alguna vez tuve con él.



—¿En serio? —La parte de atrás de sus nudillos rozaron la curva de sus pechos mientras pasaba la correa, haciendo que se tragara un agudo jadeo. Su mirada se levantó, sus ojos de zafiro ardiendo. Una media sonrisa apareció en sus labios mientras se doblaba por encima de ella.


—El tipo parece un idiota. —Una risa sorprendida se escapó de ella.


—Ni si quiera lo conoces.


—Tampoco tú. —Le dio una rápida sonrisa—. Así que por todo lo que sabes, él podría ser definitivamente un idiota.


Sacudiendo su cabeza, lo observó cerrar la puerta y caminar
alrededor del auto por le frente. ¿Pedro estaba celoso? No. 


Eso no tenía sentido. Los novios se ponían celosos, lo que Pedro no era, y no se veía como la clase de tipo que alguna vez se pondría celoso.


Cuando se detuvieron entre el tráfico, lo miró de reojo.


—Entonces… gracias por las flores. Eran realmente hermosas.


Esa pequeña torcida sonrisa permaneció en sus labios.


—Hermosas flores para una hermosa mujer.


Abrió la boca para decirle que eso era demasiado cursi, pero estaba intentando adoptar un enfoque más diplomático para esta situación y eso no serviría de nada.


—¿Tuviste un buen día? —Una mirada de sorpresa cruzó por su llamativo rostro, y ella no pudo evitar sonreír—. ¿Qué?


Pasó una mano por su cabello y sacudió un poco su cabeza.


—Oh, nada. Es solo que pensé que no te interesaría.


Paula frunció el ceño y estuvo a punto de preguntar porqué pensaría eso, pero entonces la golpeó. Estaban fingiendo, lo que significaría en realidad que a ella no debía importarle sobre su día. Era como hablar por teléfono en el trabajo, abrir la conversación con estupideces generales y entonces ir directo al punto de la llamada. Este era sólo un trabajo para él. Tal vez Pedro no quería hacer otra cosa que hacer un espectáculo en cuando las cámaras estaban dando vueltas. El amargo sentimiento detrás de su garganta no tenía nada que ver con la decepción.


Debía ser indigestión.


Mientras Pedro navegaba a través del tráfico, se aclaró la garganta.


—No sucedió nada hoy, en realidad. Empecé con mi entrenador de la temporada de descanso y eso tomó toda la mañana. Luego hablé con la señorita Gore. —Ante el ceño de Paula, se rió entre dientes—. Sí, eso fue casi tan divertido como jugar al pollo con un camión Mack. Pensó que necesitaba decirme que yo debía comprar palomitas de maíz y gaseosa en el cine. Luego me estuve dando vueltas o tirado en el sofá el resto del día.
Muy divertido. ¿Qué hay de ti?


Paula jugueteó con la correa de su bolso. —Afortunadamente no tuve que hablar con la señorita Gore. —Él asintió.


—No te agrada, ¿verdad?


—Nop —respondió—. Me pasé casi todo el día rastreando a la empresa de catering para la Gala de recaudación de fondos.


—¿Es la misma que el Smithsoniano auspicia cada año? —
Sorprendida de que supiera algo sobre eso, asintió. Su mirada se desvió hacia ella antes de volver a la carretera—. Mariana habló sobre eso antes.
Ustedes chicas han estado trabajando en ello por un tiempo, ¿verdad?


—Síp, se siente como todo un año. Y es gracioso que pasemos todo este tiempo en un evento que sólo dura un par de horas.


—Algo así como Navidad, ¿no? Meses y meses de personas
preparándose para ello, y se termina en unas cuantas horas.


—Si, igual que Navidad —dijo, volviendo su mirada hacia la ventana.


—¿No eres fan de la Navidad? —Paula negó con la cabeza. Cuando sintió que ese no era un tema del que ella quisiera hablar, Pedro sutilmente volvió al tema anterior—. Entonces, ¿cuándo es la Gala?


—El dos de enero. —Se humedeció los labios—. Descubrimos que la gente tiende a ser más caritativa en Año Nuevo. Y necesitamos mucho dinero o sino…


—¿O qué?


Ella se mordió el labio. —O Mariana podría perder la financiación a partir de tercer trimestre del año que viene.


—¿De verdad? Mierda. —Tomó la curva por delante e
inmediatamente tuvo que frenar ya que había una cola de gente bloqueando el aparcamiento al servicio del cine—. ¿Cuánto dinero tienen que reunir?


—¿Mucho? —dijo, dejando salir una pequeña risa—. Necesitamos acercarnos a los cinco millones, y apenas vamos por un millón.


—Guau, eso es mucho, pero ustedes probablemente tengan algunos donantes con los bolsillos llenos, ¿no?


—Así es, pero hemos llegado al máximo con ellos. Así que estamos tirando un Ave María con esto. —Finalmente encontraron una plaza para aparcar y Pedro apagó el motor para luego enfrentarla.


—¿Qué sucedería si pierden los fondos?


Paula se desabrochó el cinturón cuando era evidente que Pedro confiaba en ella para hacerlo sola.


—Habrá muchos recortes. Mariana estará bien.


Sus oscuras cejas se fruncieron. —Sé que Mariana estará bien. Si pierde su trabajo debido a los recortes, tiene a Pablo. ¿Qué hay de ti?


Ella buscó el picaporte de la puerta. —Probablemente me sacarían de mi posición. Estaría estancada en otro departamento, o me dejarían ir.


—¿Qué?


—Sí, mira, esta conversación más o menos apesta. Estoy segura de que todo estará bien y llegaremos tarde a la película.
Paula forzó una sonrisa que en realidad no sentía. Si Pedro
pensaba que el hecho de que ella podría perder su trabajo era terrible, entonces probablemente estaría horrorizado por la cantidad de deudas que ella tenía.
—Y tu adorado público te está esperando.


La tensión tiró de las comisuras de sus labios, pero asintió con la cabeza. Lo encontró rodeando el auto para llegar a su lado y le ofreció su mano como ella había esperado. Por un momento, se quedaron ahí parados y se miraron el uno al otro.


La sonrisa ladeada apareció una vez más.


—Realmente te ves bien esta noche.


Los labios de ella se fruncieron. —Sólo son vaqueros y un suéter, nada asombroso.


—Se ven bien en ti.


Sintiendo sus mejillas sonrojarse, miró hacia otro lado. El simple cumplido que probablemente había sido hecho para que se sintiera cómoda no debería haber hecho a su corazón latir tan rápido, pero lo hizo.


—Los halagos no te llevarán a ninguna parte.


—Maldición. Ahí se va mi plan maestro para tenerte en mi cama con sólo decir que te ves linda. —Ella esbozó una sonrisa—. Vamos —dijo él, tirando de ella hacia la entrada.
Justo al llegar a las puertas dobles, luz amarilla se derramó desde el interior del edificio en la oscura acera. El celular de Pedro sonó.


Alcanzándolo del interior de su bolsillo con su mano libre, lo sacó y resopló


—¿Qué? —le preguntó ella, nerviosa sobre entrar al abarrotado lobby. 


Pedro rió.


—Es de la señorita Gore.


—Genial.


Sacudiendo su cabeza, devolvió el celular a su bolsillo. —Quería asegurarse que estuviera sosteniendo tu mano.


Paula rió. —Aw, es como tu mami dándote consejos.


Luego de abrir la puerta para ella, Pedro arqueó una ceja mientras la llevaba adentro, y ella carcajeó. Una sonrisa se formó en los labios de Pedro en respuesta. Tan pronto como se dio la vuelta, enfrentando a los de la línea para la compra de entradas, la doble toma comenzó. Era casi cómico, una cabeza volteándose justo después que la otra..


La compra de entradas sucedió sin incidentes, pero mientras
esperaban en la línea para comprar palomitas y bebidas, porque Dios los ayudara si defraudaban a la señorita Gore, los susurros se elevaron como una ola, y las miradas se intensificaron.


Paula cambió su peso de un pie a otro y mantuvo su mirada en el mostrador de cristal de adelante. Las puntas de sus orejas se sentían hervidas.


—Palomitas de maíz con mantequilla extra, sal y... —Pedro hizo una pausa—. Una soda de cereza, ¿verdad?


—Perfecto.


—Que sean dos sodas de cereza.


Mientras esperaban, Pablo soltó la delicada mano y deslizó su brazo alrededor de los hombros de Paula. Volteándose, para que así su cuerpo bloqueara la mayor parte del de ella, inclinó su cabeza y susurró.


—Se aburrirán de nosotros muy pronto.


Agradecida de que estuviese bloqueando la mayor parte de los traficantes de miradas e incluso de algunos que estaban tomando fotos desde sus teléfonos, volteó su cara hacia su pecho. Dios, olía increíble.


Especias y pura masculinidad.


Una vez que tuvieron sus palomitas y se dirigieron hacia una
película de acción, fueron detenidos por un autógrafo. Pedro lo manejó con gracia y luego había otro autógrafo. Ella pensó que podrían ser acechados dentro de la sala pero se sorprendió al descubrir que no había casi nadie dentro.


Pedro se detuvo en la fila de atrás, dejando que pasara primero. Ella escogió un asiento en el medio y se sentó, ayudándolo con las sodas.


Los trailers, su parte favorita cuando iba al cine, empezaron
segundos después, pero tan pronto como la película comenzó y cosas comenzaron a volar de derecha a izquierda, su atención se dirigió... justo al hombre sentado a su lado.


Él estaba mirando la película, al menos eso le parecía a ella. 


En el sombrío cine, su perfil estaba crudamente definido, realmente una obra de arte. No era de extrañar que fuera votado el hombre más sexy vivo.


Mariposas se apretaron en su vientre mientras su mirada se
desviaba por encima de sus pómulos y labios. Sus hombros eran anchos…


—Me estás observando —dijo él bruscamente.


—No. Claro que no. —Se metió una palomita en la boca—. Es tu imaginación.


Él echó una mirada de reojo en su dirección. —Eres una terrible mentirosa.


—Tampoco tú estas viendo la película —señaló y tomó un puñado de palomitas.


Sus labios se elevaron en una esquina mientras se inclinaba para que su brazo estuviera pegado al de ella. Bajando la cabeza hasta su oído, movió las palomitas a su regazo.


—Bueno, hay algo más interesante sucediendo.


Paula se volteó hacia él y jadeó cuando sus labios rozaron su barbilla. Ninguno de los dos se movió por un par de segundos, y luego sus labios estaban sobre los de ella. Sin ninguna advertencia. El beso fue largo y profundo.


—Sabes a mantequilla —gimió contra sus labios, y Paula se
sonrojó—. Me gusta eso.


Ella puso una mano en su pecho, no estaba segura si era para alejarlo o atraerlo hacia ella, pero entonces la besó una vez más. Su cuerpo, todo su ser, estaba tan absorto en la forma en que sus labios la saboreaban y cómo su mano agarraba su hombro, flexionando sus dedos como si quisiera moverlos a los dos a cualquier otro lugar pero no lo hizo, y maldita sea si no quería arquear su espalda, para mostrarle exactamente donde quería que la tocara.


Eso era una locura.


Cuando él se apartó, sus ojos escanearon su rostro en busca de algo.


—No deberíamos estar haciendo esa clase de cosas —murmuró aturdida—. Nadie está viendo…


Sus ojos estaban pegados en los de ella.


—Lo sé, pero quería hacerlo y casi siempre hago lo que quiero. — Sonriendo, se volteó a la pantalla. Alguien estaba persiguiendo a alguien—. Esta es una película malditamente buena.


—Sí... —Respiraba con dificultad—. Es una buena película.


¿Pero qué iba a suceder cuando la película terminara? 


Paula se estremeció, dudando seriamente de su autocontrol por enésima vez esa noche.