sábado, 27 de septiembre de 2014
CAPITULO 23
Llegó el jueves por la noche, Paula observó su reflejo en el espejo.
Una cita al cine…
Rió a carcajadas.
Pepsi maulló en respuesta.
Mirando sobre su hombro, sonrió.
—No puedo creer que iré al cine con Pedro Alfonso.
El gato ladeó su cabeza. Silvina tuvo la misma reacción durante el almuerzo cuando Paula le había dicho que ir al cine con Pedro no era la gran cosa. Aparentemente todo lo relacionado con el jugador de baseball era la gran cosa.
Paula se volvió hacia el espejo y colocó el cabello detrás de sus orejas. Los vaqueros azules y el suéter rojo parecían lo suficientemente casual para ir a ver una película. Metiendo la pierna, giró el tobillo. Sus tacones eran de color rojo, azul, negro y amarillo. A rayas. Impresionante.
Enderezando el borde de su suéter, se dio la vuelta. Las rosas estaban colocadas a un lado de su cama. No había planeado llevárselas a casa el día anterior, pero no podía dejarlas en la oficina. Su ex le había enviado flores una vez, y habían sido del tipo que venían en una caja. En algún lugar entre la tarjeta, los mensajes de texto y la noche que vendría, Paula decidió que debería al menos disfrutar de las ventajas de tener un novio falso, especialmente del combo.
Flores. Buena comida. Hombre bien parecido.
E insertar una N: No expectativas.
Toda la cosa del chantaje era terrible e irritaba a Paula hasta el infierno, pero ella no era la clase de persona que continuamente vivía en lo negativo. Tenía sus momentos de malhumor que duraban un par de días.
Estaba en su derecho de molestarse, pero esta era la mano que le había tocado. A pesar de que para los medios podía resultar divertido pasar el próximo mes alabando a Pedro, para ella no era particularmente divertido.
Así que tal vez podría disfrutar también desde que a una parte de ella le gustaba salir con él. Cuando habían estado en el club, realmente habían conectado. Todo lo que tenía que hacer era mantener la cabeza en el juego. No leer absolutamente nada y lo más importante, no dejarse tentar por él. Y para que eso suceda, todo lo que ella debía hacer era recordar a las tres chicas con las que él se había acostado unos días antes de que se conocieran en el club.
¿Y cuando había sido la última vez que había ido al cine con un chico? Hacía demasiado tiempo.
Antes de salir, se detuvo por Pepsi y lo rascó debajo de la barbilla, luego le dio un beso rápido en su cabecita peluda.
Cogió su bolso y se apresuró a bajar los escalones de su apartamento antes de que él llegara.
No quería que estuviera en su apartamento. Ese lugar era su santuario y era demasiado íntimo para ellos.
Pedro en su departamento era una línea que no iba a cruzar.
Mientras cruzaba la puerta del frente del lobby, vio a Todd Newton.
Era raro verlo usando algo más que boxers.
Sonrió cuando la vio y detuvo la puerta, manteniéndola abierta.
—Hola, Señorita Chaves… —Paula sonrió.
—Hola, Todd. —Su mirada se hizo más profunda.
—Se ve bien.
Considerando que sus conversaciones siempre se habían limitado a verse el uno al otro a través del vestíbulo, esta era la primera vez que estaban a poca distancia entre sí. De cerca, notó que los ojos pardos de Todd eran más verdes que marrones.
Es muy apuesto, pensó.
—Gracias. Tú también
La sonrisa de Todd se ensanchó. No tenía hoyuelos como Pedro, pero aún así era una linda sonrisa.
—¿Vas de salida? —le preguntó. Antes de que Paula le pudiera responder, una profunda voz masculina la interrumpió.
—Sí. Está por salir conmigo. —Su corazón dio vueltas. No había visto a Pedro acercarse, pero ahí estaba, de pie justo detrás de Todd con una sombría mirada en su rostro.
Todd giró sobre su cintura y luego retrocedió sorprendido. ¿Era posible que Todd fuera la única persona en DC que no estaba al tanto de la vida amorosa de Pedro?
Él extendió una mano.
—¿Pedro Alfonso? Guau. Encantado de conocerte.
Pedro no sonrió, pero tomó la mano del otro hombre. Sus ojos eran de un oscuro azul y su mirada territorial y posesiva. Un escalofrío bajó por su columna. No había forma de que admitiera que le gustaba. Pedro imitó a Todd, pero Paula dudaba realmente que sintiera esas palabras.
—Encantado de conocerte. —Todd dejó caer la mano de Pedro y volvió la mirada hacia donde Paula estaba parada.
—Eres un hombre con suerte, Pedro, en más de un sentido.
Las cejas de Paula se elevaron. Una tensa sonrisa apareció en el rostro de Pedro mientras tomaba la flácida mano de Paula.
—Eso lo sé. Ten una buena tarde.
Paula dejó a Pedro arrastrarla hasta la esquina del edificio de su departamento donde su Jeep estaba ilegalmente estacionado a lo largo del cordón de la acera. Estaba sorprendida de que aún tuviera las ruedas.
—¿Era por eso que no querías que te encontrara en tu
departamento? —le preguntó Pedro al tiempo que mantenía la puerta del pasajero abierta para ella.
Su ceño se frunció por la confusión.
—¿Cómo?
—Parecía que ese tipo estaba realmente feliz sobre escoltarte afuera.—Aún a un lado del Jeep, esperó a que ella estuviera sentada y acomodada en el asiento para alcanzar el cinturón de seguridad y ajustarlo.
—Oye, soy capaz de hacerlo por mi misma.
—Oye, voy en serio con la seguridad. ¿Quién era ese tipo?
Paula sacó las manos hacia atrás con un suspiro.
—Es sólo alguien que vive del otro lado del pasillo frente a mí. Estoy bastante segura que esa fue la conversación más larga que alguna vez tuve con él.
—¿En serio? —La parte de atrás de sus nudillos rozaron la curva de sus pechos mientras pasaba la correa, haciendo que se tragara un agudo jadeo. Su mirada se levantó, sus ojos de zafiro ardiendo. Una media sonrisa apareció en sus labios mientras se doblaba por encima de ella.
—El tipo parece un idiota. —Una risa sorprendida se escapó de ella.
—Ni si quiera lo conoces.
—Tampoco tú. —Le dio una rápida sonrisa—. Así que por todo lo que sabes, él podría ser definitivamente un idiota.
Sacudiendo su cabeza, lo observó cerrar la puerta y caminar
alrededor del auto por le frente. ¿Pedro estaba celoso? No.
Eso no tenía sentido. Los novios se ponían celosos, lo que Pedro no era, y no se veía como la clase de tipo que alguna vez se pondría celoso.
Cuando se detuvieron entre el tráfico, lo miró de reojo.
—Entonces… gracias por las flores. Eran realmente hermosas.
Esa pequeña torcida sonrisa permaneció en sus labios.
—Hermosas flores para una hermosa mujer.
Abrió la boca para decirle que eso era demasiado cursi, pero estaba intentando adoptar un enfoque más diplomático para esta situación y eso no serviría de nada.
—¿Tuviste un buen día? —Una mirada de sorpresa cruzó por su llamativo rostro, y ella no pudo evitar sonreír—. ¿Qué?
Pasó una mano por su cabello y sacudió un poco su cabeza.
—Oh, nada. Es solo que pensé que no te interesaría.
Paula frunció el ceño y estuvo a punto de preguntar porqué pensaría eso, pero entonces la golpeó. Estaban fingiendo, lo que significaría en realidad que a ella no debía importarle sobre su día. Era como hablar por teléfono en el trabajo, abrir la conversación con estupideces generales y entonces ir directo al punto de la llamada. Este era sólo un trabajo para él. Tal vez Pedro no quería hacer otra cosa que hacer un espectáculo en cuando las cámaras estaban dando vueltas. El amargo sentimiento detrás de su garganta no tenía nada que ver con la decepción.
Debía ser indigestión.
Mientras Pedro navegaba a través del tráfico, se aclaró la garganta.
—No sucedió nada hoy, en realidad. Empecé con mi entrenador de la temporada de descanso y eso tomó toda la mañana. Luego hablé con la señorita Gore. —Ante el ceño de Paula, se rió entre dientes—. Sí, eso fue casi tan divertido como jugar al pollo con un camión Mack. Pensó que necesitaba decirme que yo debía comprar palomitas de maíz y gaseosa en el cine. Luego me estuve dando vueltas o tirado en el sofá el resto del día.
Muy divertido. ¿Qué hay de ti?
Paula jugueteó con la correa de su bolso. —Afortunadamente no tuve que hablar con la señorita Gore. —Él asintió.
—No te agrada, ¿verdad?
—Nop —respondió—. Me pasé casi todo el día rastreando a la empresa de catering para la Gala de recaudación de fondos.
—¿Es la misma que el Smithsoniano auspicia cada año? —
Sorprendida de que supiera algo sobre eso, asintió. Su mirada se desvió hacia ella antes de volver a la carretera—. Mariana habló sobre eso antes.
Ustedes chicas han estado trabajando en ello por un tiempo, ¿verdad?
—Síp, se siente como todo un año. Y es gracioso que pasemos todo este tiempo en un evento que sólo dura un par de horas.
—Algo así como Navidad, ¿no? Meses y meses de personas
preparándose para ello, y se termina en unas cuantas horas.
—Si, igual que Navidad —dijo, volviendo su mirada hacia la ventana.
—¿No eres fan de la Navidad? —Paula negó con la cabeza. Cuando sintió que ese no era un tema del que ella quisiera hablar, Pedro sutilmente volvió al tema anterior—. Entonces, ¿cuándo es la Gala?
—El dos de enero. —Se humedeció los labios—. Descubrimos que la gente tiende a ser más caritativa en Año Nuevo. Y necesitamos mucho dinero o sino…
—¿O qué?
Ella se mordió el labio. —O Mariana podría perder la financiación a partir de tercer trimestre del año que viene.
—¿De verdad? Mierda. —Tomó la curva por delante e
inmediatamente tuvo que frenar ya que había una cola de gente bloqueando el aparcamiento al servicio del cine—. ¿Cuánto dinero tienen que reunir?
—¿Mucho? —dijo, dejando salir una pequeña risa—. Necesitamos acercarnos a los cinco millones, y apenas vamos por un millón.
—Guau, eso es mucho, pero ustedes probablemente tengan algunos donantes con los bolsillos llenos, ¿no?
—Así es, pero hemos llegado al máximo con ellos. Así que estamos tirando un Ave María con esto. —Finalmente encontraron una plaza para aparcar y Pedro apagó el motor para luego enfrentarla.
—¿Qué sucedería si pierden los fondos?
Paula se desabrochó el cinturón cuando era evidente que Pedro confiaba en ella para hacerlo sola.
—Habrá muchos recortes. Mariana estará bien.
Sus oscuras cejas se fruncieron. —Sé que Mariana estará bien. Si pierde su trabajo debido a los recortes, tiene a Pablo. ¿Qué hay de ti?
Ella buscó el picaporte de la puerta. —Probablemente me sacarían de mi posición. Estaría estancada en otro departamento, o me dejarían ir.
—¿Qué?
—Sí, mira, esta conversación más o menos apesta. Estoy segura de que todo estará bien y llegaremos tarde a la película.
Paula forzó una sonrisa que en realidad no sentía. Si Pedro
pensaba que el hecho de que ella podría perder su trabajo era terrible, entonces probablemente estaría horrorizado por la cantidad de deudas que ella tenía.
—Y tu adorado público te está esperando.
La tensión tiró de las comisuras de sus labios, pero asintió con la cabeza. Lo encontró rodeando el auto para llegar a su lado y le ofreció su mano como ella había esperado. Por un momento, se quedaron ahí parados y se miraron el uno al otro.
La sonrisa ladeada apareció una vez más.
—Realmente te ves bien esta noche.
Los labios de ella se fruncieron. —Sólo son vaqueros y un suéter, nada asombroso.
—Se ven bien en ti.
Sintiendo sus mejillas sonrojarse, miró hacia otro lado. El simple cumplido que probablemente había sido hecho para que se sintiera cómoda no debería haber hecho a su corazón latir tan rápido, pero lo hizo.
—Los halagos no te llevarán a ninguna parte.
—Maldición. Ahí se va mi plan maestro para tenerte en mi cama con sólo decir que te ves linda. —Ella esbozó una sonrisa—. Vamos —dijo él, tirando de ella hacia la entrada.
Justo al llegar a las puertas dobles, luz amarilla se derramó desde el interior del edificio en la oscura acera. El celular de Pedro sonó.
Alcanzándolo del interior de su bolsillo con su mano libre, lo sacó y resopló
—¿Qué? —le preguntó ella, nerviosa sobre entrar al abarrotado lobby.
Pedro rió.
—Es de la señorita Gore.
—Genial.
Sacudiendo su cabeza, devolvió el celular a su bolsillo. —Quería asegurarse que estuviera sosteniendo tu mano.
Paula rió. —Aw, es como tu mami dándote consejos.
Luego de abrir la puerta para ella, Pedro arqueó una ceja mientras la llevaba adentro, y ella carcajeó. Una sonrisa se formó en los labios de Pedro en respuesta. Tan pronto como se dio la vuelta, enfrentando a los de la línea para la compra de entradas, la doble toma comenzó. Era casi cómico, una cabeza volteándose justo después que la otra..
La compra de entradas sucedió sin incidentes, pero mientras
esperaban en la línea para comprar palomitas y bebidas, porque Dios los ayudara si defraudaban a la señorita Gore, los susurros se elevaron como una ola, y las miradas se intensificaron.
Paula cambió su peso de un pie a otro y mantuvo su mirada en el mostrador de cristal de adelante. Las puntas de sus orejas se sentían hervidas.
—Palomitas de maíz con mantequilla extra, sal y... —Pedro hizo una pausa—. Una soda de cereza, ¿verdad?
—Perfecto.
—Que sean dos sodas de cereza.
Mientras esperaban, Pablo soltó la delicada mano y deslizó su brazo alrededor de los hombros de Paula. Volteándose, para que así su cuerpo bloqueara la mayor parte del de ella, inclinó su cabeza y susurró.
—Se aburrirán de nosotros muy pronto.
Agradecida de que estuviese bloqueando la mayor parte de los traficantes de miradas e incluso de algunos que estaban tomando fotos desde sus teléfonos, volteó su cara hacia su pecho. Dios, olía increíble.
Especias y pura masculinidad.
Una vez que tuvieron sus palomitas y se dirigieron hacia una
película de acción, fueron detenidos por un autógrafo. Pedro lo manejó con gracia y luego había otro autógrafo. Ella pensó que podrían ser acechados dentro de la sala pero se sorprendió al descubrir que no había casi nadie dentro.
Pedro se detuvo en la fila de atrás, dejando que pasara primero. Ella escogió un asiento en el medio y se sentó, ayudándolo con las sodas.
Los trailers, su parte favorita cuando iba al cine, empezaron
segundos después, pero tan pronto como la película comenzó y cosas comenzaron a volar de derecha a izquierda, su atención se dirigió... justo al hombre sentado a su lado.
Él estaba mirando la película, al menos eso le parecía a ella.
En el sombrío cine, su perfil estaba crudamente definido, realmente una obra de arte. No era de extrañar que fuera votado el hombre más sexy vivo.
Mariposas se apretaron en su vientre mientras su mirada se
desviaba por encima de sus pómulos y labios. Sus hombros eran anchos…
—Me estás observando —dijo él bruscamente.
—No. Claro que no. —Se metió una palomita en la boca—. Es tu imaginación.
Él echó una mirada de reojo en su dirección. —Eres una terrible mentirosa.
—Tampoco tú estas viendo la película —señaló y tomó un puñado de palomitas.
Sus labios se elevaron en una esquina mientras se inclinaba para que su brazo estuviera pegado al de ella. Bajando la cabeza hasta su oído, movió las palomitas a su regazo.
—Bueno, hay algo más interesante sucediendo.
Paula se volteó hacia él y jadeó cuando sus labios rozaron su barbilla. Ninguno de los dos se movió por un par de segundos, y luego sus labios estaban sobre los de ella. Sin ninguna advertencia. El beso fue largo y profundo.
—Sabes a mantequilla —gimió contra sus labios, y Paula se
sonrojó—. Me gusta eso.
Ella puso una mano en su pecho, no estaba segura si era para alejarlo o atraerlo hacia ella, pero entonces la besó una vez más. Su cuerpo, todo su ser, estaba tan absorto en la forma en que sus labios la saboreaban y cómo su mano agarraba su hombro, flexionando sus dedos como si quisiera moverlos a los dos a cualquier otro lugar pero no lo hizo, y maldita sea si no quería arquear su espalda, para mostrarle exactamente donde quería que la tocara.
Eso era una locura.
Cuando él se apartó, sus ojos escanearon su rostro en busca de algo.
—No deberíamos estar haciendo esa clase de cosas —murmuró aturdida—. Nadie está viendo…
Sus ojos estaban pegados en los de ella.
—Lo sé, pero quería hacerlo y casi siempre hago lo que quiero. — Sonriendo, se volteó a la pantalla. Alguien estaba persiguiendo a alguien—. Esta es una película malditamente buena.
—Sí... —Respiraba con dificultad—. Es una buena película.
¿Pero qué iba a suceder cuando la película terminara?
Paula se estremeció, dudando seriamente de su autocontrol por enésima vez esa noche.
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