martes, 30 de septiembre de 2014

CAPITULO 29



Navidad estaba en todas partes. Mientras entraban en el hotel de lujo sede del evento, Paula quedó atrapada en todo el brillo. Guirnaldas retorcidas alrededor de las farolas. Carámbanos de luces colgados de las fachadas de los edificios, brillando como cientos de diamantes pulidos. En el pequeño parque, dividiendo las congestionadas calles, un árbol de Navidad decorado brillaba intensamente.


Aunque Paula no era una gran fan de las festividades, amaba todas las cosas brillantes. La mayor parte del año, la ciudad era aburrida y monótona, pero llegada la Navidad, brillaba toda.


Y este hotel era realmente brillante.


El árbol de Navidad en el vestíbulo resplandecía en dorado y plata, tan brillante y hermoso.


—¿Te gusta? —Murmuró Pedro en su oreja, poniendo una mano en su espalda baja.


Asintió cuando se detuvieron delante del enorme árbol. —Es
hermoso.


—Me gustan los árboles que son de diferentes colores. Ya sabes, del tipo que realmente no tiene un tema en ellos. Los padres de Mariana tiene un árbol así, bombillas sólo lanzadas sobre él, oropel que no coincide y una estrella que siempre está torcida.


Paula sonrió. Se había encontrado a los padres de Mariana unas cuantas veces, y había sido un motín. No podía imaginar como era la Navidad en su casa. Probablemente involucraba decoración de refugios antibombas y locura en general, de la buena clase de locura.


—Sabes que yo siempre paso la Nochebuena en su casa, ¿no? Es una tradición.


Sí. Lo sabía.


—Y este año…


—No voy a la casa de Mariana para Navidad —dijo, alejándose de él—. No hay manera de que eso suceda.


Frunció las cejas. —¿Tienes planes?


¿Tenía planes? Casi se rió. Estaría haciendo lo mismo que hizo en Navidad durante los últimos nueve años. —No es importante. Entonces, ¿dónde es la gran fiesta?


Pedro la miró un momento y luego tomó su mano. —Vamos a poner este espectáculo en marcha.


Paula no estaba segura de cómo prepararse para este evento, pero pronto se dio cuenta de que nada podría haberlo hecho. Fueron llevados al momento en que entraron en el brillante salón de baile.


Fue presentada a tanta gente que no podía mantener alineadas sus caras o recordar sus nombres. Una copa de champán le fue entregada y luego otra. Estar del brazo de Pedro Alfonso era realmente como estar con una estrella de rock. Era obvio que todos lo amaban o por lo menos lo admiraban, especialmente los compañeros más jóvenes. 


Ellos estaban impresionados por él.


Se tomaron fotos, una tras otra, y sabía que un cargamento entero de ellas estaría en el periódico y en Internet en cuestión de horas. Cuando el gerente del club se presentó, Paula miró a Pedro.


Nada en su expresión cambió, pero se puso rígido sólo en lo más mínimo. —¿Cómo te va? —dijo, extendiendo su mano libre.


—Genial. Me alegro de verte aquí con tan bella compañía. —El gerente sacudió la mano de Pedro y luego se volvió hacia Paula. El arrugado rostro del hombre se arrugó más al sonreír. —Es un placer finalmente conocer a la mujer que ha conseguido que este viejo perro se comporte.


Paula no pudo evitar sonreír mientras estrechaba la mano del gerente. —Es un placer conocerlo, también. El evento es una maravilla.


—Y es educada. —Las cejas blancas como la nieve del hombre se levantaron mientras palmeaba a Pedro en el hombro—. Eres un chico con suerte. Espero volver a verla en los juegos de primavera.


Pedro respondió, pero Paula realmente no lo oyó. Forzando la sonrisa a permanecer en su rostro, odiaba la repentina sensación pesada en el pecho. No estaría en los juegos de primavera. O si iba a uno, lo que dudaba que hiciera, no sería en el contexto en que el gerente esperaba.


Con el corazón pesando, se excusó para encontrar el baño de damas. Felizmente estaba vacío mientras se alisaba algunos cabellos sueltos que estaban surgiendo por todas partes de su cabeza y se obligó a sí misma a tirarlos juntos. 


No había querido hacer esto en primer lugar, y debería estar emocionada de que estaba a punto de terminar.


Pero no lo estaba.


No tenía nada que ver con la vida glamorosa que Pedro vivía, las cenas, las salidas nocturnas, y toda la atención. Lo que iba a extrañar era a él.


De vuelta al salón de baile, consiguió otra copa de champán, pensando que el valor líquido podría ayudar, y examinó la habitación deslumbrante en busca de Pedro


Había tantos hombres en esmoquin que era como un mar de sensualidad. Silvina iba a estar tan decepcionada de no
haber obtenido una invitación.


—Disculpa —dijo una voz suave y femenina.


Girando al sonido, descubrió que estaba rodeada por lo que
normalmente se encuentra en un mar de sensualidad masculina, su contraparte. La playa de chicas ridículamente calientes.

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