jueves, 18 de septiembre de 2014

CAPITULO 4





—¿Ahora? —Los músculos de Paula se tensaron y luego
inmediatamente se relajaron bajo sus cuidados especializados.


—Ahora.


La cabeza de Paula estaba inclinada hacia atrás, su cuerpo
relajándose bajo su contacto, presionando hacia él, cediendo ante ello.


Pedro tejía una seductora red a su alrededor, desdibujando la realidad.


Tenía la garganta seca y los dedos... sus dedos guiaban su cabeza más hacia atrás y un dolor había comenzado en la boca de su estómago.


—Yo...


—Sólo un beso. —Su aliento bailó sobre su mejilla, y sus ojos se cerraron. Las manos de Paula se abrieron y cerraron inútilmente en su regazo.


Besar a Pedro en un bar lleno de gente no debería excitarla tanto como lo hacía. Las DPA demostraciones publicas de afecto .no eran algo a lo que ella se entregara regularmente y generalmente se burlaba cuando lo veía en público, especialmente cuando eran Mariana y Pablo, porque estaban uno encima del otro constantemente, pero esto... esto era diferente, y antes de que supiera lo que hacía, dijo que sí.


Paula no sintió sus labios sobre los de ella como esperaba.


La punta de su nariz rozó la curva de su mandíbula, haciendo que contuviera la respiración, y luego bajó la cabeza. Con la de Paula inclinada hacia atrás, su garganta estaba expuesta a él. Sus manos se apretaron y luego su boca caliente estuvo sobre su pulso acelerado.


El cuerpo de Paula se sacudió como si estuviera haciendo algo mucho más perverso de lo que se consideraba por lo general un gesto dulce. El beso fue rápido, pero cuando empezó a levantar la cabeza, mordisqueó su cuello y luego sintió su lengua barrer su piel, calmando su picazón. Un gemido escapó de sus labios entreabiertos.


—¿Ves? Fue sólo un beso —dijo él, su voz profunda y ronca.


Sus pestañas se abrieron, y Pedro estaba mirándola, con los ojos entrecerrados.


—Eso...


Su sonrisa de suficiencia se extendió mientras rozaba sus labios sobre los de ella ligeramente, haciéndola jadear.


—¿Lo fue? ¿Bueno?


—Muy bueno —murmuró.


Él se rió entre dientes, y sus labios se rozaron una vez más.


—Bueno, tengo que hacer algo mejor que bueno.


Su corazón duplicó su ritmo.


Su barba rozó a lo largo de la parte inferior de su barbilla, suave como la seda, y sus dedos se morían de ganas por tocarlo, pero no se atrevió a moverse. Los dedos de Pedro se habían deslizado a través de la masa de cabello, y su mano se encontraba ahora acunando la parte baja de su cabeza.


Hubo un momento, tan lleno de anticipación a lo desconocido, que el corazón de Paula tartamudeó, y luego su boca estuvo contra su pulso otra vez y su cuerpo se tensó apretadamente. Sus labios eran cálidos y suaves, y se perdió en la sensación de ellos. Su lengua rodeó el área que él había besado, y luego siguió adelante, arrastrando pequeños besos por su cuello. Él mordisqueó la piel suavemente, y tiró de ella. Repitió el pequeño rasguño de dientes mientras se dirigía al hueco entre el cuello y el hombro,riéndose entre dientes contra su piel cuando ella abrió la boca de nuevo.


—¿Fue eso muy bueno? —preguntó.


Respirando rápidamente, apretó sus manos en puños.


—Fue bueno.


Su boca se movió contra ese punto sensible.


—Me estás matando, Paula. Tenemos que hacerlo mejor que bueno o muy bueno.


La boca de Pedro estaba presionándose en su cuello, buscando más piel para sus exploraciones sensuales extrañamente sensibles. Le dio un beso en la cresta de la clavícula, y luego su mano libre estuvo de repente en su rodilla, los dedos deslizándose bajo el dobladillo del vestido, curvándose a lo largo de su muslo, y pensó en la pareja en la pista de baile, de lo que la mano del hombre estaba seguramente haciendo bajo el borde de la mezclilla, y entonces dejó de pensar. Cayó en un mundo en el que todo era sentir y querer, y descruzó las piernas.


Un sonido casi animal salió de la garganta de Pedro, y si el club hubiese estado más tranquilo, la gente se habría parado a mirar. La silenciosa invitación de Paula debió de tener un fuerte impacto en él, porque el apretón en su muslo aumento, y cuando le besó el espacio debajo de su barbilla, ella se calentó.


Levantó la cabeza y la mirada de sus ojos no hizo más que abrasarla.


Le prendió fuego. Su mano encontró la suya, ligeramente envolviéndose alrededor de sus dedos.


—Te deseo. No voy siquiera a tocarte por ahí. Te necesito. Ahora.


Y ella lo necesitaba. Todo su cuerpo se había convertido en calor líquido, con todas las venas bombeando lava fundida en todo su ser.


Nunca antes había tenido una respuesta tan rápida ante un hombre.


Se humedeció los labios con un golpe rápido de su lengua, y el color azul de sus ojos se agitó. Su estómago se retorció en nudos sumergiéndose y cayendo en picado.


Pedro se puso de pie, su agarre sin soltar su mano, pero sin
apretarla. Él le daba la oportunidad de decir no. Esperaría.


—Sí —dijo Paula.

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