jueves, 2 de octubre de 2014
CAPITULO 36
Sus manos se deslizaron por su cuello y cayó sobre sus hombros.
Inclino la barbilla hacía abajo, con ojos febriles encontrándose con los suyos. —¿Estás segura de que esto es lo que quieres, Paula? Porque una vez que comience, no voy a parar. Voy a tomarte, tomarte con tanta fuerza que con cada respiro que des te acordaras de mí.
Al oír esas palabras, el corazón se le disparo y su cuerpo floreció para él. Paula asintió con la cabeza, porque su voz se encontraba muy lejos. Nada de lo que diría ahora mismo tendría sentido y sólo serviría para hacerla sonar como tonta.
—Bueno, eso es bueno —dijo él, deslizando sus manos por el pecho, parando en el cinturón—. No tienes ni idea de lo mucho que he deseado esto. Días. Semanas. Meses ahora. Te quiero a ti… sólo a ti.
—Sí —susurro con voz ronca, descubriendo que era lo único que podía decir—. Si.
Él la beso, probó sus labios y el interior de su boca mientras tiraba del cinturón suelto. La bata se abrió y el aire se precipito a través de su piel desnuda mientras le rozaba la tela gruesa de los hombros y la dejaba caer al suelo.
La tiro hacia atrás, lo suficiente para verla desnuda sólo con el collar que le había dado. Le paso la mano entre los pechos y el vientre con un gesto de ternura.
—¿Te he dicho lo hermosa que eres?
Paula asintió, con la boca seca.
—Te lo voy a decir de nuevo. Eres hermosa. Y eres perfecta. — Reclamo sus labios otra vez mientras le agarraba las caderas. Su excitación era feroz y dura.
Se movieron hacía atrás mientras sus manos encontraron su trasero y se lo apretaron, y luego sus manos estaban en todas partes, trabajando en su cuerpo como un instrumento afinado. Ella era masilla en sus manos, húmeda y lista.
La satisfacción y la necesidad chocaron contra su espalda cuando Paula choco contra la pared, y él se apretó contra ella, sus caderas moliéndola. Ella se agacho, enganchando sus dedos debajo de su suéter.
Él levanto las manos el tiempo suficiente como para que ella tirara la ropa por su cabeza, y luego su piel estaba contra la suya. Ella se fue al botón superior de sus pantalones, rozando con sus dedos su erección.
Él gruño contra sus labios mientras se desabrochaba la cremallera y lo liberaba. Ella envolvió su mano en su longitud, caliente, y sus caderas se impulsaron hacía delante.
—No te detengas —ella suplico—. Por favor.
—No lo tenía previsto —Pedro se quito los pantalones y los zapatos—. Pero me encanta oírte decir por favor. Dilo de nuevo.
Paula paso sus dedos por sus tensos y rizados abdominales.
—Por favor.
Él le dio un beso, succionando su labio inferior, y ella latía entre sus piernas.
—Dilo de nuevo —ordenó.
A medida que su mano iba por su cadera y se posaba en su trasero, ella gimió. Todo su cuerpo se estremeció, sus pezones, su piel y su sexo.
—Por favor.
De repente, sus brazos estaban alrededor de ella, y él la estaba levantando. Su cuerpo sabia que hacer, y envolvió las piernas alrededor de su cintura. Ni siquiera hubo un momento en el que le preocupara lo difícil que debió haber sido para él recogerla. En cambio, se sintió ligera y femenina.
Pedro se dio la vuelta mientras movía la lengua con la de ella.
—¿Habitación?
—La segunda puerta a la izquierda.
—Te tengo.
Llegaron a su habitación en un tiempo record. Él camino hasta el pie de la cama, la abrazó y en un momento el beso se convirtió en algo sin inhibiciones, exuberante y húmedo.
Pedro se puso de rodillas sobre el colchón, y ella acostada de espaldas, mirando hacia él. Se acercó a ella, su mirada y movimientos como un depredador.
Su excitación se destaco, orgullosa y dominante.
La beso una vez más antes de alejarse de sus labios hinchados y viajar hacia el sur. Ella sintió el suave cosquilleo de su boca contra su cuello y luego en su clavícula. Su aliento sopló contra su pecho y su boca se cerró en su pezón. Su espalda se inclinó sobre el colchón mientras él la dibujaba en profundidad. Ella se sacudió contra él, sintiéndolo deslizarse sobre su vientre.
Paula se agacho, sosteniéndolo, y su aliento vaciló mientras lo frotaba con la mano. —Pedro, te necesito.
Una mano se tensó en su cadera. —Eso es todo lo que quiero escuchar, siempre.
No tuvo la oportunidad de pensar en lo que significaba.
Fuertes dardos de placer la atravesaron cuando él deslizo dos dedos dentro de ella.
—Estás tan mojada —murmuro, con los ojos brillantes del deseo—. Quiero saborearte, pero joder, no puedo esperar.
Ella asintió, la anticipación profunda hacía que su vientre se agitara mientras él se levantaba, colocando un codo al lado de su cabeza. Ella lo sintió en ese momento, dando un toque en su sexo. Ella abrió las piernas más amplias antes de pensar mejor.
—¿Condón?
—¿Estas tomando la píldora? —Le preguntó—. Nunca antes he estado con alguien sin usar condón, pero tengo que sentirte. Todo de ti, Paula.
—Sí —respiró ella.
Su ardiente mirada viajó por ella, descansando en el lugar donde casi se unían.
—Hermoso —murmuro.
Ella levantó sus caderas, desesperada por unirse, pero él puso una mano sobre sus caderas y la obligo a bajar.
—No.
—¿No? —respiró.
Una media sonrisa apareció en sus labios mientras arrastraba su mirada hacía ella.
—Todavía no.
¿Qué estaba esperando? Porque ella no quería… no quería esperar y parar. Ella se inclino hacia delante, a punto de obligarlo a unirlos. Pero con reflejos perfeccionados por años en el campo, él se puso de rodillas y le tomo las manos justo cuando sus dedos rozaron su cintura. Él trajo sus muñecas en una empuñadora, forzando a sus brazos moverse sobre su cabeza.
Su corazón triplico la velocidad.
—¿Qué estás haciendo?
—Preparándote para follarte.
—Eso no es lo que me parece.
Él se echó a reír de una manera que la hacía pensar en cosas oscuras y pecaminosas, se movió para que su rodilla entrara por sus muslos, obligándola a abrirse. —Simplemente no has sido adecuadamente jodida todavía.
Oh Señor…
La mirada de Pedro se apodero de ella otra vez, nunca se había sentido tan expuesta, su cuerpo se arqueo, sus pechos se impulsaron hacía arriba. Ella no podía mover sus extremidades, no con sus brazos en poder de él y sus piernas forzadas. En lugar de sentirse cohibida, sintió una ola de conciencia deliciosa.
Con la boca seca, trago. —¿Y tú me vas a joder bien?
—Hasta que estés sin sentido —dijo, y luego bajo la cabeza.
Esos labios maravillosos se envolvieron alrededor de su pezón mientras se alzaba más para él, sus hábiles dedos se deslizaron por su vientre, deteniéndose justo encima de donde él quería.
Paula gimió.
Él pellizco su pecho, lo que la hizo jadear. —¿Qué es lo que quieres, Paula?
—Ya lo sabes. —Ciertamente no esperaba que hablara de eso.
Sus dientes rozaron el otro pezón. Su cuerpo se sacudió.
Luego se calmo con el ardor de su lengua caliente. Él iba y venía, alterando entre pequeños bocados de dolor y lametones calientes, hasta que ella se retorciera de la tortura implacable.
—Pedro —exclamo ella, con los ojos muy abiertos.
—Dime lo que quieres. —Su boca recorrió su pecho otra vez, y él succionó profundamente, sacando un grito ronco de ella—. Dime, Paula.
Sus dedos se cerraron sin poder hacer nada. —Te quiero a ti.
—No. Dime lo que quieres que haga.
Apenas podía respirar. —Quiero… quiero que me toques.
—Sí. —Chasqueo su lengua por su pezón sensible—. Dime donde quieres que te toque.
Jesús. Hay una buena probabilidad de que iba a golpearle la cabeza después de esto. Considero negarse a contestar, pero estaba demasiado necesitada y quería más. —Quiero que me toques entre mis piernas.
Pedro tarareó su aprobación y sus dedos se deslizaron sobre su sexo adolorido, tocándola, pero no lo suficiente. En ningún lugar lo suficiente cerca.
—Más —dijo ella, rogó, en realidad.
Él se echo hacía atrás, trajo sus brazos hacia abajo para que sus muñecas quedaran atrapada bajo sus pechos. Su mirada se desvió hacia ella lentamente, acariciándola suavemente con un dedo.
—¿Más?
—Sí. —Su pecho subía y bajaba ahora.
Él deslizo un dedo dentro de ella.
—¿Es eso lo que querías? —Antes de que pudiera responder, él engancho un dedo dentro de ella y estuvo a punto de estallar—. ¿Todavía quieres más?
Paula siempre quería más.
—Sí, por favor, sí.
Una sonrisa de suficiencia adorno sus labios mientras metía otro dedo dentro de ella, lentamente al principio y luego más fuerte y más profundo.
—Me gusta esto. —Él la miraba todo el tiempo, concentrado en lo que estaba haciendo—. Me gusta verte andar en mi mano. Jodidamente hermosa.
Él tenía algo en sus dedos y su mirada que la volvía loca y justo al borde de la liberación. Pedro saco su mano cuando ella comenzó a temblar, y ella grito. Cuando sus miradas chocaron, se llevo los dedos a la boca, chupando su excitación.
Paula casi se perdió.
Él hizo un sonido bajo su garganta. —Sabes tan bien que solo quiero tener más.
Luego su cabeza estaba entre sus muslos, con su lengua
maravillosa, dentro, profundamente entre sus pliegues. Él clavo su carne, amantándose de ella como si fuera una especie de dulce néctar.
La cabeza le daba vueltas, moviendo sus caderas hacía su boca. Ella estuvo a punto de irse otra vez mas, su respiración entrecortada mientras sus suaves gritos llenaba la habitación.
Pedro se detuvo justo cuando estaba a punto de romperse, con los labios brillantes retiro también sus dedos lentamente. Él movió su mano más abajo, hasta que un dedo bromeo la piel sensible, arrugada. Su cuerpo se tenso con una serie de imágenes eróticas cuando asaltaron en ella—de él llenándola ahí. Algo que nunca ha hecho antes.
—Más tarde —prometió en un tono oscuro—. Voy a tener esto también, pero más tarde.
Luego subió hacía donde ella, sujetando sus manos sobre su cabeza.
Moviendo sus caderas hacía delante, hundiéndose profundamente en su interior de un sólo golpe. Paula grito, sus dedos clavándose en sus manos mientras él la penetraba. El poco de incomodidad mientras su cuerpo se ajustaba al de él era nada comparado con el placer que ella sabía que estaba esperando. Ella levanto las caderas, animándolo.
—Jesús, estás tan apretada —gruño él mientras empujaba hacia abajo.
El placer se enrollaba apretadamente mientras se retiraba y luego el alivio cuando volvía. Nunca se había sentido tan llena antes. Era lento al principio, pero el ritmo se acelero y sus caderas golpeaban en las de ella mientras enganchaba sus tobillos detrás de su espalda.
—Pedro —exclamo ella mientras el orgasmo la atravesó, profundo y rápido, robándole el aliento.
Le soltó las muñecas y luego, agarrando sus caderas y levantándola se clavo en ella. Se aferro a sus hombros mientras se rompía otra vez, voló aparte de sus golpes implacables. Su sexo palpitaba y se apretaba alrededor de él, y entonces él se vino, flexionando sus músculos duros y tensos bajo su mano.
Su corazón latía con fuerza contra el suyo, igual de rápido.
El roce de sus labios era tierno y tan en desacuerdo con la fiereza de ambos en momentos antes.
Se retiro lentamente y cayó a su lado. Eran un montón de huesos y piel, la atrajo hacia él, poniendo su cabeza para que descansara sobre su pecho.
En el silencio que siguió, Paula escuchó su corazón. Ella no sabía que esperar. De él, ¿salir de la cama o ir a dormir?
Ella nunca era buena en este tipo de cosas.
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Existen los excelentes caps y estos 2 son unos de ellos!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarwow excelentes, me encantaron!!!!
ResponderEliminarGeniales los 2 capítulos! Me encantaron! Por fin concretaron! Y ahora? cómo seguirán esto!?
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