sábado, 4 de octubre de 2014

CAPITULO 39




Paula todavía estaba en las nubes cuando regreso a trabajar dos días después de Navidad. No tenía ni idea de por qué Pedro había reaccionado tan fuerte como lo hizo. 


Ella sólo había querido tener todas sus cartas sobre la mesa, por así decirlo, si las cosas tenían alguna esperanza de ir más allá… pretender ir más allá. Por un momento ella realmente había pensado que él quería algo real y ella no podía ir más lejos sin la verdad entre ellos.


Durante esos dos días, pasó por todas las etapas emocionales y finalmente cuando el enojo mostró su fea cabeza, había estado agradecida.


Odiar a Pedro era mejor que enterrar la cara en las almohadas mojadas de lágrimas.


¿De verdad había creído que sólo había salido con él porque era malditamente impresionante? Joder, su ego no tenía límites.


Pero la ira no duro tanto, y ella realmente no debería de haberse impresionado al tener que usar tanto corrector en sus ojos hinchados.


Su corazón estaba roto, justo como lo había previsto.


Volvió a la computadora y comenzó a revisar sus apáticos e-mails.


Quince minutos más tarde, Mariana entró en la oficina con una sonrisa tan grande que Paula tuvo que preguntarse si había ganado la lotería durante las vacaciones, O si Pablo le había propuesto matrimonio.


Pero la sonrisa de Mariana se desvaneció en el momento en que vio a Paula —Oh no. ¿Qué paso?


Paula no estaba segura de si debía decirle a Mariana que Pedro y ella habían cortado. Lo último que quería hacer era cortar su contrato, por lo que optó por una mentira. —No me siento bien.


Mariana se detuvo frente a su escritorio, con una expresión de simpatía que cruzaba su rostro. —Te ves como la mierda.


—Gracias —murmuró.


—Pero tú necesitas sentirte mejor antes la tercera, porque ¿sabes qué? —Por supuesto que Mariana no espero a que Paula adivinara. No es que lo intentara—. El director Bernstein cambio de opinión. Te quiere en la gala.


—¿Qué? —Preguntó Paula lejos de su computadora—. Pero él no quería que yo…


—Lo sé, por Pedro, pero está bien incluso si Pedro viene —Mariana se balanceó sobre sus talones, tan feliz como podía, mientras el corazón de Paula se rompía otro poco. —Al principio pensé que alguien metió un palo en su culo, pero entonces él recibió noticias muy importantes, por lo que está de un humor excelente.


—¿Qué? —¿El Viagra ya no da ataques al corazón?


Mariana golpeo sus manos sobre el escritorio de Paula, haciendo sonar todas las cosas que estaban sobre él. —Hubo una generosa donación después de Navidad.


A pesar de su estado de ánimo, la esperanza se hinchó. —¿Qué tan generosa?


—¡Generosa como que hemos alcanzado nuestra meta para este año!


Paula se puso de pie. —¿En serio?


—¡Sí! —Saltó Mariana—. El departamento tiene su financiación en el año, y todavía hay algunas donaciones que se espera se hagan en la gala.


Corriendo alrededor del escritorio, Paula se unió a la celebración saltando y chillando. Su estado de ánimo definitivamente mejorado después de aquella noticia, que la ayudó en todo el día. Sólo había un par de cosas con Pedro eclipsando el bien, pero ella seguía diciéndose que al menos no tendría que buscar otro trabajo por otro año.


Fue cuando volvió a casa esa noche y vio la vajilla de Pepsi en la mesa, ella casi se rompió de nuevo.


Las lágrimas no resuelven nada, pero quería un espacio para ello.


En este momento, ella tenía mucho que esperar, pero había perdido un poco de su brillo.


Un golpe en la puerta casi hace que su corazón se pare. 


¿Era Pedro?


Ella había llamado y enviado mensajes de texto para él deseando la oportunidad de explicar, de hablar, de hacer algo pero él no había respondido.


Corrió a través de la sala de estar, su dedo quedó capturado en la alfombra raída, casi cae de cara en el suelo. Se atrapó a sí misma en el último momento, abrió la puerta. —Pe… oh, eres tú.


La señorita Gore arqueó una ceja. —Me alegro de verte también.


Bueno, si ella no había podido meterse en su agujero antes, ahora lo hizo —¿Qué quieres?


—Tenemos que hablar. —Se abrió paso en el apartamento de Paula. Para alguien tan pequeño, era sin duda fuerte. 


Dándose la vuelta la señorita Gore puso su bolso sobre la mesa y cruzó los brazos—. ¿Puedes decirme porque acabo de hablar por teléfono con un muy enojado Pedroque acaba de decirme que todo acabó antes de lo previsto, y no me dice por qué?


Paula se encogió de hombros. —Se acabó.


Sus ojos se estrecharon. —¿Qué quieres decir? No estábamos planeando romper las cosas de…


—¡No hay ningún nosotros en esto! ¡Y esto arruina todo para ti! — Ella dio un paso atrás, respirando profundamente—. Mira, quiero que Pedro termine su contrato y que todo funcione para él, pero se acabó.


La señorita Gore la miró un momento y luego se sentó —¿Qué pasó?


— ¿Por qué piensas que algo ha pasado?


—Porque estás herida —dijo ella, quitándose sus gafas—. Lo puedo decir. Está en tus ojos. Así que me imagino que algo pasó. Teníamos planeado terminarlo después de Año Nuevo. Y faltan algunos días.


Paula no podía creer que estuviera considerando decirle la verdad, pero se sentó, sacudiendo la cabeza lentamente. —Estoy enamorada de él. 


La señorita Gore volvió a sentarse.


—Y yo creí… bueno, pensé que él sentía lo mismo. —Las lágrimas se arrastraron por su garganta—. Pero metí la pata. Le dije la verdad.


—¿La verdad sobre qué? —preguntó ella—. ¿Los préstamos estudiantiles? Mira, sé que es un punto delicado contigo, obviamente, pero no es un acuerdo tan grande. Dudo que Pedro...


—No —Paula suspiro—. Le dije por qué acepté hacer esto.


La señorita Gore palideció. —Oh, querida…


—Yo le dije que no quería y que, prácticamente, me chantajeaste — Ella frunció los labios—. Por cierto, no creas que no estoy todavía enojada por eso. Lo estoy.


Ella asintió con la cabeza. —Comprensible. ¿Y él está enojado?


—¿Enojado? —Paula dejo escapar una risa corta, sin sentido del humor que sólo sonaba muy triste—. Él estaba más que enojado. Fue directo a la salida.


La señorita Gore levanto una ceja. —Bueno, supongo que no hace maravillas para el ego de un hombre, sobre todo uno de su tamaño, escuchar que una mujer accedió a ser su novia porque ella fue chantajeada. ¿Has intentado llamarlo?


Paula presionó los labios y asintió. El nudo formado en su
garganta no iba a ninguna parte. —Lo he llamado. He enviado mensajes de texto. Él no ha respondido.


Arrugó las cejas. Pasaron varios minutos. —Creo que ha
desarrollado fuertes sentimientos por ti, posiblemente incluso amor.


Paula frunció el ceño. —¿Qué parte de lo que te dije no entiendes?


Se fue. Él no quiere verme. Eso no es amor.


La publicista sonrió. —La única razón por la que estaría enojado es porque él tiene sentimientos. Si no los tuviera, no le habría importado. El hecho de que esté enojado demuestra que él tiene sentimientos. —Se inclinó hacia adelante, acariciando su mano. Paula se echó hacia atrás, pero la señorita Gore estaba perpleja—. Esto es, bueno… grande. Yo no me hubiera atrevido a esperar que una relación real saliera de esto. Pero es perfecto. La gente estará pidiendo a gritos contratarme.


—Estás loca —dijo Paula mirándola fijamente.


—No, tú sólo tienes que esperar y ver. Va a entra en razón. —Se puso de pie, sonriendo como si acabara de tener el mejor año en el trabajo—. Tú sabes, yo estaba empezando a sospechar algo. —Ella juntó las manos—. Vas a terminar dándome las gracias por esto.


Paula abrió la boca. —¡Fuera de mi casa!


—Lo digo en serio. —Ella tomó su bolso—. Al final, me vas a invitar a la boda, y me lo agradecerás en el brindis.


En estado de shock total Paula hizo lo mismo que había hecho la primera vez que la señorita Gore visitó su apartamento.


La empujó.


Con las dos manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario