miércoles, 24 de septiembre de 2014
CAPITULO 17
Pedro no quería despertar del sueño que tenía. Por supuesto que no.
Había una mujer suave debajo de él, llena de exuberantes curvas y el pelo del color del vino tinto. Se arqueó hacia él, con la cabeza echada hacia atrás, y él iba tan rápido y duro de forma que la cama golpeaba contra la pared. Nunca quiso parar.
Los golpes se hicieron más fuertes hasta que una maldición muy fuerte, muy masculina estalló en algún lugar de arriba y los pies pesados pisoteando por las escaleras, despertándolo y poniendo fin a su increíble sueño.
Alguien estaba en la puerta de su hermano, y teniendo en cuenta el tipo de negocio actual de Patricio—personal de alto perfil de la firma de seguridad—sólo Dios sabía quién podría ser.
Lo único que quería era volver a dormir y continuar donde lo dejó.
Alguien golpeó a la puerta de nuevo. Pedro abrió un ojo e hizo una mueca ante el brillante resplandor de la luz brillando en la mañana desde las ventanas detrás del sofá.
Mierda. Él estaba cegado y tenía una erección que rivalizaba con un mármol.
Captó un movimiento por el rabillo del ojo y se volcó sobre su costado. Acechando por delante del sofá estaba Patricio en calzoncillos y nada más. —Buenos días, luz del sol —llamó Pedro, sentándose.
Su hermano le lanzó una mirada desagradable mientras se dirigía a la puerta principal, tirándola abierta con tanta fuerza, que Pedro tuvo que preguntarse cómo no desgarró la puerta sólo de sus bisagras.
—¿Quién coño eres tú? —exigió Patricio.
Las cejas de Pedro subieron mientras se frotaba la frente.
Hombre, no había bebido mucho anoche, pero se sentía como si hubiera corrido con la cabeza contra una pared de ladrillo. Mierda. Se estaba haciendo viejo.
—Tengo que ver a tu hermano inmediatamente.
Un latido intenso golpeó su sien izquierda y movió su ojo derecho.
Antes de que pudiera gritar que no la dejara entrar, la señorita Gore pasó junto a un muy enojado Patricio, deteniéndose sólo un breve instante para dar a su hermano una mirada superficial antes de clavar esos ojos oscuros, malvados y sin alma en él. Pedro agarró la parte trasera del sofá y se la puso sobre su regazo, a pesar de que sólo escuchar la voz de esa mujer había matado cualquier excitación persistente.
Llevaba un periódico en la mano. No podía ser nada de él, ya que las malas lenguas típicamente no corrían hasta el domingo, así que se relajó aproximadamente una fracción de pulgada.
Patricio cruzó los brazos sobre el pecho. —Como he dicho, ¿quién coño eres tú?
—Es mi niñera sobre de la que te hablé —gruñó Pedro.
La señorita Gore frunció los labios. —Soy su publicista.
—Qué infiernos —dijo Patricio, saliendo para las escaleras—. Voy a volver a la cama. Es demasiado pronto para esto.
Pedro vio a su niñera intentar y fallar para no echarle un vistazo a su hermano. Sonrió con satisfacción. Ahora pensaba que la señorita Gore era asexuada. Una puerta se cerró de golpe unos instantes más tarde y la señorita Gore lució toda cara-enojada de nuevo.
—¿A qué debo este placer? —preguntó Pedro, recostándose en el sofá.
Sin decir una palabra, ella tiró el periódico hacia él. Golpeó su pecho. Rodando sus ojos, él lo tomó y le dio la vuelta. Su boca se abrió. — Oh, mierda.
—Esas no fueron las palabras que usé —dijo, de pie delante de él.
Vestida con un traje cuadrado negro de falda, todavía parecía una maldita monja—. Te dijeron que te mantengas alejado de las mujeres. ¿No puedes hacerlo un mes entero?
Pedro sólo podía mirar el titular de la sección de deportes. El Lanzador Playboy de los Nationals hace un Juego en la Avenida Constitution. La imagen debajo era de él y Paula bajo el toldo ayer, besándose. Alguien tenía una buena cámara, porque era un disparo justo en sus rostros.
—El gerente de tu Club está muy decepcionado de ti y de mí. Eso no me hace feliz —dijo ella, cruzando los brazos.
—¿Hay algo que te haga feliz?
Hizo caso omiso de eso. —El hecho de que esté incluso en la sección de deportes es aún peor, Pedro. No creo que entiendas lo grave que es esto.
Pedro estaba demasiado ocupado mirando fijamente la imagen para ocuparse de verdad. Maldita sea.
Prácticamente podía sentir a Paula apretada contra él en este momento y ese sueño que tuvo no ayudaba. No podía dejar de preguntarse ¿qué pensaría al ver el periódico? ¿O lo había hecho ya? ¿Y por qué le importa?
—Pedro —espetó la señorita Gore.
Olvidando que la niñera estaba todavía allí, levantó la cabeza y frunció el ceño. —¿Qué?
Su ceño era tan profundo que se preguntó si alguna vez se
desvanecería. —¿Por qué sucedió eso? Ya hemos pasado por esto una y otra vez. No puedo reparar tu imagen si sigues metiendo la pata.
¿Por qué había hecho eso? —Quería darle un beso.
La señorita Gore parpadeó y luego se irguió en toda su estatura, que era nada menos que un metro y setenta centímetros. —Tú querías besarla.¿Así que sólo normalmente besas a la gente cuando lo deseas?
—No es como si fuera una chica al azar en la calle.
—¿Quién es esta puta, entonces?
Se puso de pie antes de que él lo supiera. —Puedes llamarme cada nombre que creas que merezco, señora, pero no la llames así. No es una puta.
La señorita Gore lo miró con curiosidad y luego sonrió
estrechamente. —Interesante.
Lanzando el papel en el sofá, se volvió y se pasó los dedos por el pelo. —No me he acostado con ella, antes de que empieces a acusarme de eso.
Una pausa y luego—: Ella no parece ser la típica mujer que tú persigues.
Si él no iba a hablar con sus hermanos acerca de Paula, seguro que no iba a hablar de ello con la diabla. —Mira, esto no es gran…
—Es una gran cosa. —Se sentó en el otro lado del sofá, obviamente no estaba de humor para salir en cualquier momento pronto. Genial—. Mi llamada de atención esta mañana no fue divertida. Después de que tu gerente expresó su decepción enorme, me dieron un ultimátum.
La inquietud se agrió en sus entrañas. —¿Van a cancelar mi
contrato?
Su expresión se tornó grave. —Se habló de eso, sí. También se habló de despedirme.
Por mucho que a Pedro le disgustara la mujer, un poco de culpa lo incomodó. —Besé a una mujer. Eso es todo. Ellos ni siquiera saben quién es. ¿Y si era mi novia? ¿Tendrían algún problema con eso, también?
Interés despertó en sus ojos oscuros. —¿Es tu novia?
Una risa de sorpresa se le escapó. —No. No hago la cosa de citas.
—Y ahí está el problema. Haces la cosa de follar. Si ella fuera tu novia, entonces no habría ningún problema con ello. El problema es que en los últimos seis meses, has sido fotografiado junto a una decena de mujeres diferentes en posiciones muy comprometedoras. Y cuando no estás en la foto con una mujer, entonces estás de fiesta. Le estás dando a todo el Club una mala reputación.
Pedro dejó caer su cabeza entre sus manos y dejó escapar un profundo suspiro. Frotándose los dedos contra las sienes y cerró los ojos.
—No tengo un problema con la bebida.
—No creo que lo tengas —dijo ella, sorprendiéndolo. Parecía que creía lo peor de él cuando se trataba de todo lo demás—. Pero tu padre sí.
Su cabeza se alzó, y entrecerró los ojos. —Ni se te ocurra ir allí.
La señorita Gore ni se inmutó. —Todo lo que estoy diciendo es que no tienes la fe para que la gente dé un salto a una conclusión determinada. Tu familia tiene antecedentes... en esto.
Por supuesto que sí. Incluso desde la maldita tumba, su padre arruinaba las cosas. Por otra parte, no era realmente justo culpar de todo a su querido y viejo papá. Pedro era un hombre hecho y por lo tanto responsable de sus propias acciones. Y, honestamente, tenía que agradecerle a su padre en primer lugar. Al ver a su padre, se enteró de lo que no se debe hacer con las mujeres.
Cálmate.
Mierda sólo no funcionó desde ese punto en adelante. Y mientras no tenía los hábitos de beber de su padre, obviamente había desarrollado ser mujeriego.
—¿Cuál es el ultimátum? —preguntó, sobre esta conversación.
—Me han dado un mes para limpiarte o tu contrato se cancela y estoy despedida. —Hizo una pausa, frunciendo el ceño—. Nunca he sido despedida antes.
—Mierda. —Se frotó los dedos por el pelo—. No he estado con…
—El periódico dice otra cosa, Pedro. Todo es cuestión de percepción.
Y sinceramente, no creo que nada vaya a arreglar esto. El Club prácticamente se ha rendido. Te quieren, pero no desean tu mala prensa.
Se sentó contra el cojín y sacudió la cabeza con incredulidad. Si perdiera su contrato de béisbol, no tenía idea de lo que iba a hacer. Tenía dinero para durar un tiempo, pero no sería para siempre. Y le encantaba el juego. Sin ello, sólo iría por compromiso. Y realmente no deseaba tener que renunciar a su familia para ir a ganar un sueldo en Nueva York.
—Hay una cosa que deberías trabajar —dijo ella en voz baja.
Teniendo en cuenta que no había nada desde que está niñera llegara a bordo, o en realidad incluso antes de eso, él no estaba seguro de qué más podía hacer aparte de encerrarse en su casa hasta el inicio de la temporada en marzo. —¿Y qué es eso?
—Convence al equipo y al público que tienes una novia. —Ella levantó la mano al momento en que su boca se abrió—. ¿La mujer con la que fuiste sorprendido besándote? Si pudiéramos llevarla a asumir el papel de tu novia, entonces yo podría hacer girar esto. Las malas lenguas irán pensando que te has establecido, pero es el buen tipo de prensa. Esto
le mostrará al Club que has cambiado tus caminos y ayudará a reparar tu imagen pública.
Pedro la miró fijamente. —Estás bromeando, ¿verdad?
Entrelazó las manos sobre su regazo. —¿Te parece que estoy bromeando? Y esa es una pregunta retórica, así que por favor no contestes. Esta mujer será perfecta para ello.
Paula sería perfecta para un montón de cosas. —¿Y por qué es eso?
—No es como las mujeres con las que estás normalmente. Es promedio.
Su frente se cerró de golpe. —Ella no es promedio. —Por supuesto que no. Estaba más allá de eso. Sobre todo cuando pensaba en ella en Cuero & Encaje, con las mejillas encendidas bonitamente y sin tener idea de que era una oveja en medio de lobos.
—En comparación con las mujeres con las que típicamente pasas, es un montón de cosas. Y lo más importante, es inesperada. Es el tipo de mujer con la que te establecerías.
Y eso es exactamente por qué tenía que estar tan lejos de Paula en lo posible.
—De ninguna manera. No voy a hacer esto.
—Entonces pierdes tu contrato —dijo simplemente—. ¿Es eso lo que quieres?
Apretó los dientes. —Ya sabes la respuesta a eso.
—Entonces, no debería haber un problema con este plan.
—La señorita Gore se levantó—. Sé que esto es un plan poco convencional…
—Sí, definitivamente diría que es poco convencional. También es una locura. ¿Estás pidiéndome a mí y una mujer a la que apenas conozco fingir estar juntos? —Negó con la cabeza—. Esto no va a funcionar.
—Se puede.
Él soltó un bufido. —Nunca conseguirás que esté de acuerdo.
La sonrisa de la señorita Gore era la de un jugador que sabía que estaba a punto de golpear un home run. —Puedo ser bastante convincente.
A lo mejor todavía seguía soñando, excepto que se había convertido en una pesadilla. No había manera de que Paula estuviera de acuerdo en ser su novia, y una vez que rechazara los planes de la señorita Gore, tendría que pasar a otra cosa. ¿Qué? No lo sabía.
—Está bien —dijo Pedro—. Inténtalo.
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