miércoles, 24 de septiembre de 2014
CAPITULO 15
Paula no recordaba cómo caminar de regreso al Smithsoniano.
Sentía las piernas como gelatina y estaba en las nubes.
¿Pedro la besó sólo para demostrarle que lo deseaba? Si era así, había conseguido lo que quería, porque en el momento en que sus labios tocaron los suyos se había convertido en gelatina.
Y entonces él la había dejado, se dio la vuelta y la dejó en el lado de la calle.
No era como si de alguna manera no se lo mereciera, teniendo en cuenta que lo había dejado sin mirar atrás la última vez.
Ni en un millón de años hubiera pensado que ella habría corrido de Pedro y habría sido besada por él otra vez.
Una vez que cerró la puerta de la oficina detrás de ella, se dio la vuelta y se encontró a Mariana en su escritorio, con las manos ahuecando su barbilla.
—¿Paula?
Ella suspiró.
—¿Mariana?
Su amiga inclinó la cabeza hacia un lado mientras tamborileaba sus dedos largos y bien cuidados en su mejilla.
—Así que, ¿tú y Pedro...?
Arrastró los pies a su escritorio, se dejó caer en su asiento y caminó de puntillas a la carreta. Dejó caer su bolso antes de responder.
—¿Y?
Silencio.
Paula se atrevió a mirar a su jefa.
—¿Qué?
—¿Se conocieron en un bar?
Al menos esa parte era cierta. Paula asintió.
—¿Y ni siquiera pensabas decírmelo? —Mariana entrecerró los ojos—. No es como si no supieras quién era o de quién era pariente.
—En realidad no fue gran cosa —dijo, mirando a la masa de
marcadores en su soporte.
Alguien había colocado un marcador negro junto a los de color.
Bastardo.
—Honestamente, se me había olvidado.
Mariana soltó un bufido.
—No te creo.
Tomando el marcador negro, lo colocó con los azules.
—Sólo hablamos. No fue nada.
—Nada... Sí, está bien. —Mariana se sentó cruzando los brazos, dándole a Paula su mejor mirada de detector de mentiras—. Conozco a Pedro de toda la vida.
—Lo sé. —Ella reflejó la postura de su amiga, a excepción de la estúpida flor con la que le dio un golpe en el pecho.
Mariana sonrió un poco demasiado brillante.
—Pedro ha sido siempre el... el que sale mucho. Por lo general, para nada bueno, pero es muy... juguetón. Cuando era más joven, siempre solía hacer travesuras, y hasta ahora es muy amable.
Ah, sí, Pedro era muy amable. Paula vio su expresión.
La mirada en la cara de Mariana decía que no se dejaba engañar.
—Pero nunca lo había visto actuar como lo hizo hoy contigo.
Paula luchó por mantener su rostro impasible mientras
internamente estaba tan curiosa como Pepsi drogado con afrodisíacos.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, como he dicho, Pedro ha sido siempre una persona amable, pero estaba tan en tu espacio personal que estaba bastante segura de que iba a meter su lengua en tu garganta en algún momento. —Su rostro enrojeció. Los ojos de Mariana se estrecharon—. ¿Y él se apoderó de tu muslo en algún momento?
—Uh, yo... Creo que sí. —Se aclaró la garganta mientras se giraba de nuevo a su escritorio. Marcadores. Los marcadores necesitaban estar en orden—. ¿Él no suele hacer eso?
—Sólo con mujeres con las que se ha acostado —bromeó ella.
Paula dejó caer tres marcadores rojos al suelo—. ¿Te has acostado con Pedro? —preguntó Mariana.
La pregunta quedó en el cuarto como una nube de gas venenoso. Se agachó, recogió el marcador y miró a su amiga una vez más.
—No. No me acosté con Pedro.
Mariana la miró durante un largo momento y luego dijo—: Creo en esa parte de la historia.
—Mari —dijo ella, usando el apodo favorito de Pablo.
—Lo que sea. No me hagas enojar. Me siento ofendida. Sé que no estás siendo honesta conmigo. Evidentemente, algo pasó entre ustedes. —Su mala cara fue breve, y se quedó en ella—. Te das cuenta de que Pablo probablemente me diga la verdad, ¿cierto?
Maldición.
Los ojos de su amiga se iluminaron mientras se movía hacia el frente de su grande y lindo escritorio, y apoyaba una delgada cadera en su contra.
—Y si me entero de que hubo intercambio de fluidos corporales, cualquier tipo de fluido... le diré a Roberto que estás locamente enamorada de él.
—¡Eso es tan malo!
Mariana se encogió de hombros.
Recogiendo una pila de notas Post-it, las tiró en Mariana. Se
perdieron a un kilómetro. Infiernos. Había pocas o ninguna posibilidad de que fuera a salir de esta situación sin Mariana y Pablo conociendo la verdad.
Y peor aún, Paula iba a tener que esforzarse aún más en olvidar a Pedro después de ese beso abrasador.
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