miércoles, 1 de octubre de 2014

CAPITULO 32




Contestó al primer golpe y dio un paso a un lado, permitiéndole entrar en el vestíbulo. Rápidamente desvió la mirada, porque en realidad, ningún hombre debería verse tan bien como él lo hacía en una sencilla camisa y pantalones de salón.


—Yo... —Tomó una respiración profunda y olió comida china. Sus cejas se apretaron mientras miraba a su alrededor—. ¿Por qué huele a Pollo General Tso?


Pedro sonrió. —Cuando dijiste que venías hacia aquí, me tomé la libertad de ordenar un almuerzo tardío. Es tu favorito, ¿no?


Paula se estremeció ante el considerado gesto. No tenía hambre, lo cual era testimonio de cuan apestosa se estaba sintiendo en estos momentos. —Gracias, pero no tenía la intención de quedarme mucho tiempo.


Se había detenido a mitad de camino por el pasillo y se volvió hacia ella, frunciendo el ceño. —Eso es… Oye, ¿estás bien?


Probablemente debería haber comprobado su cara por el rímel corrido. —Sí, estoy bien. He venido aquí para decirte... para pedirte que no asistas a la Gala. —No vio la necesidad de añadir la parte embarazosa en la que tampoco asistía. 


Tropezó torpemente. Tal vez una llamada telefónica o un texto hubiera sido mejor—. Sé que es un poco grosero pedirte esto y todo, pero realmente lo apreciaría.


—Sí. Está bien. —Pedro se apoyó contra la pared, cruzándose de brazos—. ¿Pasó algo con la Gala?


Negó con la cabeza, todavía demasiado emocional para entrar en detalles, y en serio, no era como si a él realmente le importara. Ser su cita era un trabajo en este momento, y dudaba que apreciara todo el drama.


Ninguno había estado de acuerdo con esto en el principio.


—¿Alguien te dijo algo?


El calor se arrastró hasta el cuello. Dios, podría ser astuto a veces.


—No. Es... simplemente es eso. De todos modos, eso es para lo que vine, pero realmente tengo que irme. Um, gracias por la comida china. ¿Postergamos eso?


—Espera. —Se apartó la pared, viniendo hacia ella—. ¿A qué hora quieres que te recoja mañana?


—¿Mañana? —Repitió, buscando en su memoria por los planes—. ¿Mañana es Nochebuena...?


Una sonrisa peculiar apareció. —Sí, y siempre lo paso con la familia de Mariana, junto con mis hermanos.


Oh, la celebración de Navidad de la familia de Mariana. 


Había logrado evitar eso como la plaga el último par de años.


—Vas conmigo, ¿no? —dijo después de unos momentos, sin duda optando por ignorar el hecho de que ya había rechazado su oferta una vez.


Paula frunció los labios. —Las cenas de Nochebuena no son lo mío.


—Bueno, no es realmente tradicional. En realidad es todo lo
contrario a lo tradicional. Mayormente sólo acabamos bebiendo, comiendo y viendo a Pablo emborracharse y hacer un tonto de sí mismo.


—Tan divertido como suena, voy a tener que pasar. —Ella comenzó a retroceder hacia la puerta—. Pero espero que tengas un buen rato.


—Espera. —Él puso su mano en la puerta, deteniéndola—. ¿Cuál es tu problema? Estoy bien con lo de la Gala y con lo de postergar la comida china, así que ¿te mataría hacer esto conmigo?


—Sí —le espetó ella, tratando de alcanzar la manija de la puerta—. Pedro, vamos. Abre la puerta.


—Sabes, a veces pienso que te entiendo y entonces me doy cuenta de que no tengo ni idea. Te gustan Mariana y Pablo, por lo que no debería ser un gran problema. —Quitó la mano de la puerta y la pasó a través de su pelo—. Es como si no quisieras... no lo sé, abrirte.


—¿Abrirme?


Pedro frunció el ceño. —Sí.


Paula no sabía que hizo que las palabras salieran de su boca. Las festividades siempre la tenían en el borde y mezclando todo esto con Pedro y la Gala, su paciencia y el filtro no existían. —¿Por qué quieres que vaya contigo, Pedro? ¿Por qué quieres que me abra a ti? No es como si realmente estuviéramos saliendo, y lo último que deberíamos hacer es pasar las fiestas juntos o hacer algo profundo y significativo con el otro cuando esto va a estar terminado pronto de todos modos.


—Guau. Guau. —Pedro se estiró a su alrededor, abriendo la puerta para que pudiera pasar bajo el brazo—. Eso está bien. No me gustaría ponernos todos profundos y significativos,Paula. Tienes razón. Esto va a estar acabado en días. ¿Por qué molestarse?


Ella palideció. —Exactamente.


—Lo que sea. Ten una Navidad agradable, Paula—Y luego cerró la puerta. Ni siquiera la cerró de golpe, lo que pareció peor de alguna manera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario